domingo, 30 de junio de 2013

TOMA EL TIMÓN DE MI VIDA (1)





Supongo que algún día no vendrás, aunque te esté esperando
viendo la televisión para pasar el rato, con la mesa ya puesta
y para que los hados te sean propicios, simplemente rezando,
atenta como siempre a los ruidos, sobre todo al de la puerta

cuyos goznes al girar emiten una especie de chirrido
apenas audible para oídos que no están acostumbrados
a escuchar el mas ligero movimiento, siquiera sugerido,
ni a reconocer, por encima del viento, la voz del ser querido.

Hoy como ayer y en tantas otras ocasiones te habrás parado
en ése bar donde quedas con todos tus amigos de la infancia
para tomar unas cañas y hablar del futuro, o del pasado
a salvo del sol, de la lluvia y de cualquier otra circunstancia,

sin acordarte de quién te espera o quién sueña con verte
una y otra vez cada día de su vida, sin que nunca le importe
la cantidad de horas que pases a su lado, orgullosa de amarte
y un poquito celosa de la gente con quien siempre compartes

retazos de tu vida que tan sólo a nosotros dos nos pertenecen
secretos de un alcoba en la que tú eres el rey y yo la obrera,
donde nace el cariño y donde el amor a menudo fenece
dejando tras de sí algún recuerdo, una muestra postrera,

de todo lo que pudo ser y ni fue, si bien no soy la responsable,
ni tampoco la víctima, pues todo el mundo tiene en su poder
el timón de su vida, y si se trata de amar o tal vez de querer
el hecho de que alguien piense por ti, es del todo impensable.

Cuando empecé a soñar contigo, mis noches eran cortas
luego el cariño, que era mutuo, las convirtió en escenas
propias de una película muda, muchas veces obscenas,
y en otras tantas ocasiones les pusimos fin a tortas

tan sólo por el hecho de no ceder ninguno en su genial idea
o por mantener el tipo, eso nunca se sabe en estos casos,
pero debo decirte que, estando siempre a punto para la pelea
en asuntos de amor, tus conocimiento son un poquito escasos.

La noche avanza lentamente y la cena se enfría, al compás
de la música suave, que aletarga un poco el sentimiento;
tal vez necesitase ahora de un poco del antiguo movimiento
pero pedir que vuelvas nada mas acabar el trabajo, está de más

pues ni siquiera sé dónde o con quien estás y en mi ignorancia
hay un punto de amargura y de falta de orgullo que me impide
llorar a moco tendido, dejar caer las lágrimas en febril abundancia
aunque créeme si te digo que eso es algo que mi cuerpo me pide.

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