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no seré yo, pues antaño aprendí que en medicina
es más útil quien escucha que el que pretende saber
la enfermedad padecida por estar en la oficina
o los síntomas del olvido, estando por conocer
casi todo del amor, que no es una enfermedad
salvo casos esporádicos curados con achuchones
si acaso algún día vuelves a pasar por la ciudad
llámame e intentaré tragarme las emociones
y compartir una mesa en un café de barriada
de esos donde el camarero se protege tras un paño
aunque no dejes propina te da las gracias por nada
y ni siquiera las risas a su espalda le hacen daño
porque ha visto mil veces algún noviazgo distante;
porque ha servido mil copas a dos amantes furtivos
porque cada cierto tiempo suele pasar por delante
de su bar, una pareja que solía tomarse el aperitivo
aderezado con besos, las piernas entrelazadas
por debajo de la mesa, uña y carne los dos eran
y cuando con el alcohol ambas lenguas se sinceran
es entonces cuando todo el amor queda en nada.
Si quedamos en el bar de los besos obligados
y si quieres recordar como fue lo que perdimos
tal vez nos dé por pensar en cómo nos lo dijimos
yo al menos no te lanzaba los dardos envenenados
pero no digo con esto que tus palabras me hiriesen
te hace daño quien te quiere, o eso dicen los expertos
una vez más pagaría porque todos se equivocasen
y compartir aunque fuese un viaje por el desierto
en un camello mugriento llenos de polvo y arena
azotados por el sol que reverbera y te quema
convertidos en tuaregs con una expresión de pena
pero llegando al oasis, para romper los esquemas
de la gente que adivina el pasado cuando ocurre
dejándose conducir hacia un porvenir oscuro
en lugar de remontar la corriente que discurre
por el río de la vida, y que lleva hacia un futuro
como el que tú yo tuvimos, antes de que el lado triste
de la vida en su conjunto, nos abocase al olvido
en nuestro debe ha quedado el no habernos movido
en la misma dirección, aquella en la que te fuiste.-
