martes, 30 de mayo de 2017

HUBO MOMENTOS, QUIZÁS







A veces la inspiración pasa raudo por delante
de la pluma que se mueve al compás de una ilusión
otras tantas la nostalgia, que nunca mira de frente,
nos trae, sin condiciones, alguna que otra mención

al pasado, cuya efigie, imaginamos en grande
mientras el futuro está en un cuadro pequeñito
tal vez llegue la ocasión de que la pereza ande
aunque solo sea un metro, quizá tan solo un pasito.

Para cuando el sol se vaya de vacación a la playa
y nos alcance la bruma, cuya oscuridad aterra,
sabremos que volverá, pues vaya donde se vaya
siempre alumbrará la vida de este planeta Tierra.

No nos fuimos de vacío del súper de la tristeza
y cargamos lagrimones, para toda la semana
la cajera nos cobró, y luego, con gran entereza
y también con intención de volver por la mañana,

nos marchamos hacia casa, con el deber ya cumplido
como escolares atentos que hacen siempre los deberes
como pájaros que pasan todo el tiempo haciendo el nido
como obreros que no paran de mover mil y un enseres.

y la vida nos cogió de la mano, envuelta en guantes
de terciopelo marrón, lisos y suaves al tacto;
al amor no es en sí mismo sino una especie de pacto
que deberían firmar cada una de las partes

porque luego, en la distancia, queda algo por decir
pequeñas ensoñaciones cuya vida no es muy larga
hubo momentos quizás, que merecimos vivir
otras veces la rutina los convirtió en una carga

pero siempre compartimos unas caricias extrañas
hechas al amanecer, con las ventanas cerradas
en pijama y camisón, y tal vez con las legañas
apareciendo en silencio de las pestañas colgadas.

y nos fuimos, aunque irse es un deporte de riesgo
propenso a causar lesiones en el alma de cualquiera
que no tome precauciones cuando vaya por la acera
donde el gentío no pare, en esa especie de trasiego

que lleva a la decepción tras de unos metros de calma
que supera todo aquello por lo cual lucha la mente
que sufre como aquel preso que ha perdido su alma
porque, aunque no quiso amar, se enamoró de repente.-



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UN CORAZÓN Y UNA BALA






Hay un ligero tufo a soledad en la oscura salita
y por la ventana se filtran aires de decepciones
la paciencia, según algunos, suele ser infinita
y en lo de ser pacientes, fuimos los campeones.

Cuando se oculte el sol debajo de alguna nube
y el canto de los pájaros se oiga en la lejanía
será el momento exacto de acercarnos a la vía
donde un día no muy lejano la maleta te sostuve.

Porque cuando ya se acerca el momento de partir
y a ninguno le apetece dar esa última opinión
quedan flancos por cubrir, remates de decepción
cosidos por manos blancas, no muy aptas para herir.

Y la galerna en el mar se aproxima hasta la orilla
y aunque el viejo marinero hace tiempo que la vio
no hay manera de librarse, ni de apartar el navío
así que espera su fin, bien sentado en una silla,

fumando su vieja pipa, hecha de agua de mar
que tiene grabado a fuego un corazón y una bala
cada vez que la utiliza, una lágrima resbala,
por entre ambos dibujos, intentándolos limpiar.

De cómo en el infinito se sujetan las estrellas
hay escritos varios libros, de profunda reflexión
pero no existen tratados de por qué serán tan bellas
aunque para muchos sean objeto de devoción.

Hoy puede que la tristeza se apodere de mi alma
aunque también es posible que una cierta distancia
entre lo bueno y lo malo, me proporcione la calma
necesaria para amar, y luego, las circunstancias

adosadas al estreno de un amor aún envuelto
en papel de celofán, todavía oliendo a nuevo,
nos harán volver, o no, hasta aquel río revuelto
en cuya orilla los peces no dejan de poner huevos.

Cada martes, si procede, tomamos camino a casa
y compramos de camino, en el colmado, las viandas
haciéndole, a veces, caso a esa extraña propaganda
con la cual nos venden algo que con el tiempo se pasa

y llenamos la nevera de productos listos para cocinar
y nos vamos a la cama satisfechos de la tarea resuelta
y afirmamos, entre risas, que mañana hemos de amar
y tras de apagar la luz, ambos nos damos la vuelta.



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EN TANTO QUE TE AMÉ






Ahora sé porqué no ha habido más hombres en tu vida
pues te los solías quitar de encima como si fuesen polvo
erré al creer que la llama del amor seguiría encendida
cuando tuve que irme por trabajo, en aquel viejo Volvo.

Empezaste por quitar el cuadro del salón donde veías
a una pareja, tú y yo, en actitud tal vez un poco fría
pero era bonito el paisaje, con aquellas montañas
nevadas y cubiertas de hielo; y recuerdo tus pestañas,

postizas como casi todo en tí, incluso el pensamiento
nunca tuviste ideas propias, todas sacadas de revistas
donde aprendes a amar rápido, quizá a primera vista
pero estos amores no siempre te dejan muy contento.

Y doblándola mal, del armario mi ropa recogiste,
de la forma que se suele hacer cuando hay prisa,
y metiste todo en cajas, mientras la canción triste
sonaba en la cocina, solitaria, ahuyentando la risa.

luego aún quedaban, en el cuarto de baño, enseres
propios del hombre que se cuida la piel y también
los guardaste sin saber bien por qué, pues así eres
y en tu fuero interno, incluso creías hacer bien.

Lo del garaje, sin duda, fue lo más complicado,
una tarea ingente, muy pesada y sobre todo larga,
pues con las herramientas no se juega, se cargan
en grandes contenedores teniendo buen cuidado

sin romperse las uñas, ni lastimarse con los bordes
pues luego quedan cicatrices, no en el alma, claro,
sino en medio de la piel, en forma de islote solitario
en el cual las palmeras parecen mecerse a los acordes

de una vieja canción inclusive por su autor, olvidada
interpretada al saxo por un viejo astuto y desdentado
en no dejar de tocar ninguna nota ponía buen cuidado
la letra habla de amores perdidos y almas desdichadas.

Sí, ahora ya sé porqué los hombres no han permanecido
a tu lado, más allá del tiempo estrictamente imprescindible
para llevarte rosas de la primera hornada, las más apetecibles
y no me digas ahora que a ninguno de ellos has querido.

En tanto que te amé, me permito darte un último consejo
porque quizá cuando volvamos a vernos, yo sea ya tan viejo
que en las arrugas de mi cara quepan incluso tomos de poesía
nunca salgas con nadie cuya visión no te de muchas alegrías.-


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CUANTO MÁS TIEMPO PASA





Si aún piensas que lo nuestro, nunca valió la pena
si recuerdas con lógico temor, nuestra última cena
si estás a bordo de un tren, sin un destino conocido
llorando sin parar por los malos ratos que has vivido

quizá no haya remedio a nuestros males, enquistados
dentro de un caparazón de cierta rabia y desconsuelo,
atizados por el viento de la ira, que sopla desde el cielo
y sobre todo, aupados a lomos de un caballo desbocado

en busca de otras vías de escape, que no sean comunes
nuevas praderas por donde pasear con la cabeza alta
es cierto que sin tí, una buena parte de mi vida me falta
y que vacunarme contra el amor, me ha hecho inmune

a cantos de sirena, arpegios cuya composición es fácil
retratos de mujeres un tanto solitarias de infinita belleza
las cuales han hecho de una vida de postín su fortaleza
y son aves del paraíso, de corazón tierno y vuelo grácil.

Hay mucha soledad encerrada en frascos de perfume
y cientos de caminos que nunca podremos emprender
es cierto, como que tras la noche siempre hay amanecer
y en el oscuro mundo de la congoja el miedo se presume

nos asalta a cada paso que damos, como si fuese alguien
con deudas por saldar, y a cobrarlas como sea, dispuesto;
por la vida que no pudimos vivir entonaremos un réquiem
por las vallas imposibles de saltar llevando el freno puesto

no nos quedará sino el remedio de la risa un poco forzada
como esos muñecos de guiñol dirigidos por otras manos
incapaces de pensar por sí mismos, aunque sean humanos
pero al menos en la carretera, les da por seguir la trazada

de todos aquellos cuantos fueron alguien en este mundo
ebrios de un licor con más años que el viejo Matusalén;
aunque todo lo que me has dicho no me ha sentado bien
tampoco se puede decir que te haya dado un no rotundo,

es más, en parte, entiendo que a veces estuvieses cansada
de tanta soledad como te proporcionaron mis ausencias
me gustaría poder volver a los tiempos de las confidencias
pero si no es posible, al menos no me dejes en la estacada

o de otra manera, mi mundo, ya de por sí muy frágil
se caerá redondo al suelo mientras todos le miran
la vida a tu lado, debo de admitir que fue tan fácil
que mi corazón, cuanto más tiempo pasa, más suspira.



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LA VIDA NOS CAMBIÓ





Un día haré memoria de lágrimas derramadas
puzles a medio hacer, y cuadros aún sin acabar
y entonces suspiraré por uno de tus recuerdos
o por una de las pocas veces que hubo acuerdo.

La vida nos cambió para bien, espero, y necesito
saber que estás viviendo una plácida existencia
al lado de tu nueva pareja, toda una experiencia,
ya que hace mucho tiempo de aquel amor maldito.

Y digo esto, porque las brasas de aquella hoguera
aún no se habrán apagado del todo y no quisiera
soplar en las cenizas, pues podrían reavivarse
e incluso podría suceder que alguna me quemase.

Del canto discordante del ave del viejo paraíso
quedamos prendados un día de Junio, sin pensar
que todo lo que teníamos, estaba aún sin pagar
el coche, las vacaciones y por supuesto el piso

en el que en tantas ocasiones se nos veía juntos
haciendo del humilde salón nuestro reino privado,
tomando sobre la mesita un café sólo, descafeinado
y hablando, sin parar de reírnos, de mil y un asuntos.

Hoy aquel salón se habrá convertido en otra pieza
tal vez en un dormitorio más grande, quién sabe,
si no será un buen estudio para clases de danza
a veces hay espacios en casa, en los que todo cabe.

Podría ser también que nuestro sencillo dormitorio,
aquel en el que en tantas ocasiones nos amamos
por mor del albañil, que tan bien trabaja con las manos
se hubiese convertido en desván, espacio transitorio

en el cual se van acumulando objetos que ya no usamos
como la vieja máquina de coser, ya sin agujas y a pedal
el libro de la primera comunión con el que tanto reíamos
y sobre todo el costurero con sus hilos, tijeras y dedal.

Hubiese querido que te quedases, y amarnos un momento
entre aquellas paredes pintadas, escondiendo el cemento
que sujeta los muros uniformes, anclados a potentes vigas
que no dejan pasar ni un solo sonido y no es que yo lo diga,

es que lo he comprobado por mí mismo, pues al marchar
hiciste, supongo, una serie de ruidos que no pude escuchar
o de otro modo, hubiese tratado, sin duda, de impedirlo
pues deseaba que no te fueses nunca, esto es obvio decirlo.



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DE LOS MOMENTOS JUNTOS






Creo que sin tí la vida no merece la pena ser vivida
y aunque ahora estoy atado a esta estúpida sonrisa
mas falsa que la de Judas en su cena de despedida
la soledad se ha apoderado de mi alma muy deprisa.

Voy contando los días, qué digo, los minutos incluso
que pasamos sin vernos, miro los autobuses llenos
y aunque en ninguno de ellos te veo, como soy un iluso
tus ya manoseados argumentos doy por buenos.

Qué será de mi sin tí, o por mejor decirlo con palabras
qué destino me espera a la salida de este túnel siniestro
la vida es una senda compartida por personas y cabras
y el champán no es suficiente para celebrar lo nuestro.

De los momentos juntos aprendí una serie de cosas,
la primera, que a la luz de la mañana eras más hermosa
la segunda que la cruz hay que llevarla sobre el hombro
mientras todo en derredor, se reducirá a escombros

y caerán los viejos edificios sobre las calles vacías
y quizá vengan tipos de otros lugares a decir tonterías
mientras un fuerte viento, el aire viciado de las cuevas
de un único soplo, seguido de un rugido, va y renueva.

En la parte triste del amor estaba ya instalado
y de repente vi a lo lejos una luz como difuminada
sería quizá una vela encendida por un iluminado
o tal vez la linterna sin pilas que no deja ver nada.

En todo caso fui, como el insecto acude hacia la luz
para verte si pudiera ser una vez más, antes de amanecer
las cosas han de hacerse los más pronto posible, a contraluz
y siempre habrá un atisbo de esperanza que nos hará creer

en pasados encuentros, aún no resueltos ni olvidados
en oscuros rincones por donde el aire no puede colarse
en viejas estaciones donde no hay forma de estacionarse
en todas esas situaciones, en fin, que nos dejan helados

porque había dinamita en cada beso que nos dimos
y cierto sufrimiento en los abrazos, aunque llevadero
conservo una de tus mejores fotos, metida en el llavero
me recuerda nuestros mejores años, y aquello que pudimos

conservar, a nada que lo hubieses intentado de verdad;
y no te estoy echando la culpa de un fracaso anunciado
es sólo que el amor, aunque seguro que está en la ciudad
al destierro más cruel e infinito, ya lo hemos sentenciado.



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