martes, 22 de enero de 2013

AÚN NO SÉ QUE HICIMOS DEL AMOR (1)






Volvamos a empezar como solíamos hacerlo cuando, jóvenes
e ilusionados, con un amor que apenas comenzaba a germinar
salíamos del brazo por la senda de la amistad, tratando de llegar
a la comunión total entre el cariño y el respeto antes del viernes

no fuera que la semana se nos hiciese corta a pesar de los besos
y las caricias compartidas bajo cualquier farola en la avenida;
sin dejar lugar para las dudas, buscando con febril embeleso
el cuerpo a cuerpo entre dos almas que da sentido a la vida.

Decir “te quiero” no debe tomarse por expresión intrascendente,
lo mismo que un adiós no tiene por qué ser sinónimo de olvido
puede ser que el amar, o al menos el querer a alguien realmente
te quite la capacidad para reflexionar sobre aquello que has sido

lo mismo que es posible no querer a nadie y vivir tu vida simplemente
como el agua que llega naturalmente hasta el valle, desde la montaña
cómodamente instalada en el cauce de un río de caudal intermitente
que siendo escaso provoca la sequía y si es demasiado fuerte, daña

los cultivos del ubérrimo vergel que regado por la corriente crece
eternamente verde, por la acción del agua sobre sus cortas raíces;
así fueron los sueños que tuvimos en tiempos, una suerte de luces
de neón salpicadas de gotitas de un color que casi siempre seduce

a los enamorados que no ven más allá de sus narices y con suerte
suelen darse cuenta, antes de que sea tarde, de que su enamorada
no es bella ni es joven, pero que más da, si de verdad la quieres
sabiendo sobre todo que las más de las veces la realidad te hiere

y la mentira, siempre que sea piadosa, incluso reconforta
aunque se dice que la verdad es muy larga, casi inacabable
y los que siempre la dicen suelen ser personas muy fiables
mientras que la vida de la mentira, siempre resulta corta.

Déjame decir a la luz de la verdad que te he querido mucho
incluso demasiado, si es que es posible amar de esa manera
entiéndeme si ahora, que ya me he librado de tu hechizo
he decidido no dedicarte más mi vida entera y verdadera

y permíteme añadir, antes del alba, un par de reflexiones
acerca del amor, concepto olvidado en tantas ocasiones
el cual, como un mantra, solemos repetir si nos interesa,
teniendo siempre en cuenta que aunque parezca que no pesa

el germen del amor no debe de ser nunca algo para ignorar
salvo que queramos instalarnos en un infierno indescriptible
y si se trata de convertir la vida de los demás en un pesar
puede ser que el resultado de esa acción sea muy previsible

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AÚN NO SÉ LO QUE HICIMOS DEL AMOR (2)



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y como también es posible amar sin recibir a cambio nada
y los enamorados, a veces, confunden la noche con el día
probemos a decirnos la verdad a la cara, antes de mediodía
y soltemos los reproches de repente, formando una andanada

para que luego llegue la reconciliación, en forma de universo
plagado de dulzura, de dulces melodías que emanan del éter;
siempre nos quedará el amor en forma de momento perverso
cuando te pille descuidada y tratando de quitarte el suéter

la risa nos ahogue y el llanto esté tan lejos como para olvidarlo
si es cierto que hay cielo, hace no mucho pudimos vivir en él
pero convertimos nuestra vida en una suerte de torre de Babel
y en cuanto a lo que hicimos del amor, es mejor ni nombrarlo.

Tal vez podamos,sí, volver a empezar cuando llegue el momento
uniendo nuestro afán en la cinta sin fin de los recuerdos añorados
y si no ocurriese así, espero que no haya que morir en el intento
como aquellos pioneros que salieron en pos de ese sueño dorado

que anula voluntades como quien lanza dardos al incipiente sol
que todo lo ilumina, haciendo gala de su poder sin miramientos;
ha sido tan cruel la breve historia de mi vida, que ahora lamento
no haber podido amarte con la fuerza debida, no guardar un crisol

lleno de tus abrazos, ahíto de caricias, rebosante de ternura sin fin
como esas cajas de música bien surtidas de notas y de bellos sonidos
que nos recuerdan un pasado no tan lejano, en el que hemos vivido
volando por el mundo como aves migratorias, de uno a otro confín

sin detenernos nunca a no ser que fuese para coger impulso
y así siempre adelante como si fuésemos la punta de una lanza
aprovechamos el tiempo de forma que nada nos resultara insulso
y cuando llegó el momento de equilibrar el fiel de la balanza

cada uno aportó a su platillo aquello que mas quiso y que perdió;
en mi caso el cabello, ahora ralo y escaso, frondoso hace unos años
y en el tuyo quizá la juventud perdida, la tersura de tu piel de antaño
otrora celebrada como si fuese un poco de todos, como así sucedió

aquella vez que juntos nos dio por relatar, a quien quiso escuchar
que estábamos dispuestos a cualquier sacrificio para volver a amar
sin darnos cuenta de que el primer amor no siempre es verdadero
antes bien, si puede, nunca sale a la luz, ni aguanta un mes entero

sobrevolando un nido colgado sobre un árbol, que parece vacío,
y que quizá lo esté, como lo estoy yo de un tiempo a esta parte
tal vez no me abrigué bastante y en muchas ocasiones sentí frío
pero lo que de verdad me dejó helado, fue el no poder amarte.

jueves, 17 de enero de 2013

A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL NO MUY LISTO (1)




Habrá un día en que la suerte o el azar, o ambos, me sonrían
y volveré a tener todo lo que he perdido, al menos eso intuyo;
y en ese preciso instante, una vez que la luna dé paso al nuevo día
todo en el mundo volverá a ser lo mismo, y en ese todo incluyo

el fino sesgo dado a la incapacitante historia en la que nos movimos
los besos robados bajo la estela de un cometa más que desconocido
un poco de cariño también, y sobre todo ese amor, casi sobrevenido
que circula por la avenida del odio, una calle por la que conducimos

tú y yo, sin pararnos jamás ante ningún obstáculo por muy fuerte que sea
sin mirar hacia atrás, haciendo abstracción de nuestro pasado ya olvidado
hurtando la mirada de la gente que se gira cuando pasamos a su lado
rememorando agravios, como el niño enfadado que llora y que berrea.

Ya que no puedes romperme el corazón de nuevo, es hora de decirte
que la vida sin ti no es precisamente un camino de rosas; antes bien
camino por el filo del alambre, buscando la mejor manera de herirte
y no dudes que de paso, si puedo hacerte daño, pues te lo haré también.

Antes nadie me había abandonado, pero para todo hay una vez primera
una ocasión inicial para iniciar un riesgo calculado, lo cual en el amor
equivale a empezar de cero, perseguir una estrella, vivir en la quimera
sabiendo que un desliz en el número de abrazos, te conduce a un dolor

tan sólo equivalente al desánimo que siento por tu huida repentina
tus infantiles excusas para irte, aún con la bata puesta y sin peinar
como si en el reino de las sombras tenebrosas te quisieses quedar
en vez de permanecer juntos, y ver como el ocaso del día ya camina

hacia un nuevo amanecer preñado de ilusiones, que son como gotitas
de miel que escapan a la avaricia del oso, que destruye el panal;
en lugar de despertarnos juntos, haciendo de la noche un buen final
has decidido partir, sabiendo que sin ti mi angustia será infinita

más humillante incluso que los días pasados sin saber dónde estabas
sin conocer jamás tu situación exacta, sin poder situarte en mi universo
porque nunca quisiste que conociese tu refugio, ese en el que pasabas
gran parte del invierno, anotando en el mapa de la vida, en su reverso

extrañas sensaciones que daban paso a discursos, muy poco conocidos
y frases muy pequeñas escritas como con tinta invisible, por si un día
cogía tu cuaderno y me daba por husmear los escritos divididos
en pequeños capítulos, con una buena letra, en perfecta sintonía

con todo aquello que me ocultaste desde el momento en que nos vimos
por vez primera en una tarde gris, nosotros dentro, mientras fuera llovía
observando el imponente aguacero que de forma feroz a todos perseguía
y mojados nos reunimos, calados continuamos y empapados volvimos

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A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL NO MUY LISTO (2)



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aunque no fue de agua bendita, al menos a mi no me dio esa sensación
y en el interín humedecido de una nube pasajera te declaré mi amor
y tu, con el pelo empapado, dejándote llevar por una dulce emoción
me dijiste que si, para seguidamente demandarme un poco de calor

como si fuese Zeus y pudiese mandar a los rayos del sol a rescatarte
o disipar las nubes de tormenta que no dejaban de ocultar el horizonte
o una suerte de fuente en el sendero, que hace feliz al caminante
cuando en mi triste corazón tan solo había impulso para amarte.

Pude entonces protestar y no lo hice; antes bien, te protegí del clima
tenazmente lluvioso, de finales de abril o principios de marzo
y aunque sea verdad que la lluvia refresca el día y aleja la calima
no es menos cierto que aquel día te entregué mi vida en un abrazo

y tu la despreciaste porque tenías muchas más donde elegir
y me miraste raro, como quien ve llover y no tiene elección
o bien sale y se moja, o se queda seco, sin fe en el porvenir
y esta última idea, es la que tu elegiste como primera opción.

Seguramente ahora te estarás vistiendo de una forma elegante
para salir a cenar o para ir al cine o quién sabe a donde irás
y tras de una una mirada final en el espejo recogerás los guantes
sintiéndote admirada, deseada y querida, por dentro sonreirás

y no te acordarás de aquellos días de pizza y coca-colas, hundidos
en el viejo sofá del salón, cubiertos tan sólo por reflejos de la luna
eternamente jóvenes, sinceramente unidos, formando una comuna
en la que ninguno de los dos dimos nunca jamás nada por concluído.

Y nos dijimos las cosas a la cara, como debe de ser, sin titubeos
y pagamos a ratos en forma de llanto el cruel peaje de la sinceridad
si al menos por una sola vez nos hubiésemos mandado a paseo
tal vez ahora no estaría tan lejos de ése lugar rebosante de felicidad

en el que al parecer tú te hallas tan a gusto sin mí, aunque sospecho
que no solo crecen rosas en tu jardín , y puede que me equivoque
pero junto al pozo casi seco, en ese trozo que has dejado en barbecho
creo que además de jazmines, alguien plantó también un alcornoque

que no produce olores apreciables pero da buena sombra, al igual
que el amor proporciona una coartada para el enamorado, un efecto
apenas perceptible, que una vez afloró en nuestra vida tal vez para mi mal
y convirtió en un calvario sin fin un instante fugaz, que iba para perfecto.

Puede que el alcornoque no sea un árbol bonito, e ignoro si sus flores
huelen bien, y de hecho no me consta que las tenga, pero en su fuero interno
seguro que se siente querido, incluso aunque pierda sus hojas en invierno;
al contrario que yo, que tras catar el amor, tan sólo me han quedado sinsabores.

lunes, 7 de enero de 2013

NO CREAS CUALQUIER HISTORIA (1)




Desde la soledad que me produce el tedio, y desde la distancia
voy a ponerme a escribir un breve relato, en busca de fortuna
olvidándome por un día de esa inicua inacción que me importuna
y deseando que, a mis escasas dotes de escritor, le den prestancia

estos tiernos versos, escritos con pluma un poco vacilante
con la calma, eso si, que proporciona la edad, con la ilusión
del que escribe su propia melodía al compás de una canción
y con la tristeza con la que se despide de su país el navegante.

Quien olvida su historia tal vez esté obligado a repetirla
y renegar del pasado que nos persigue no es inteligente
no está en nuestras manos olvidar un amor completamente
y tampoco modelar a nuestro gusto una vida aún por vivirla.

Pero cuando el baúl de los recuerdos está vacío y agrietado
y no se abre el desván en el que guardamos nuestros sueños
cuando el gozne de la puerta que lleva a la alegría está oxidado
es entonces cuando se abre la ventana, cerrada desde antaño

que deja entrar el aire fresco de la noche, seguido de una brisa
sutil y evanescente, fruncida al hilo de una fe más coherente
despojada del tul con el que se adornaban hogaño las camisas
de algunas jovencitas, que les daba por destacar entre la gente

para quienes la vida no constituía sino una sucesión de vanidades
escondidas entre abanicos orlados de pestañas postizas
cuya torpe ilusión, el paso cruel de los años hizo trizas
y acabaron por bailar el can-can en algún lugar de variedades

para diversión de algunos hombres gordos, de abultada cartera
y de frágil memoria, tan ligera como la evanescente porcelana
con la que se fabrican los jarrones en los que cabe entera
bien envuelta en un hato hecho a medias de esparto y pura lana

el alma irreverente del amante que dejó de amar, porque tocaba
rememorando pasadas decepciones, fueran o no verdad
y que dejó a su amada, como se suele decir, en la estacada
con la única excusa de seguir aferrado a su torpe terquedad

pues los sueños obtusos están hechos para hombres sin pasado
y las mujeres sueltas son patrimonio regular de algún gandul
que reescribe iniciales en la rugosa corteza del erguido abedul
dentro de un corazón que más que un corazón parece un dado

de lo mal que está hecho, de lo áspero que resulta su contorno
ilegible cuando la primavera recubre de moho la pizarra empleada
y lo que iba para mensaje eterno, para billete a un viaje sin retorno
por mor de la humedad, se torna en algo pasajero, queda en nada

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NO CREAS CUALQUIER HISTORIA (2)




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y mientras el árbol en el que escribimos nuestro amor sigue creciendo
nuestra vida se encoge, y al final dejamos de ver el sol entre el follaje
y pasan lo días y el pábulo que ilumina nuestra ilusión se va muriendo
igual que el agua que mana del dulce manantial, no resiste el estiaje

y deja de surtir con su caudal ese cálido río en el que nos bañamos
cuando solo somos niños y nada de lo dicho hasta ahora nos atañe;
No busques más, no puede haber nada en este mundo que me dañe
sobre todo al recordar que, al menos por un instante, nos amamos

y que tan solo la tristeza del momento nos cubrió de repente
de besos engañosos, de abrazos sin pasión, de loca vanidad
que son como una droga para una gran parte de la sociedad
pero que a la inmensa mayoría les resultarán tan inocentes

como el amor hermano de la dulce mañana, que da paso a la tarde
y la tierna sinfonía de una noche de luna llena, muy bien amenizada
por una orquesta mixta que llena de notas el salón durante la velada
en la cual tu me diste tu amor y yo me comporté como un cobarde

saliendo por piernas de tu vida tan rápido y tan de repente
que no pude ver ni el propio despertar de los tilos enormes
que cubren el jardín de un extremo a otro casi completamente
y proyectan sus sombras componiendo figuras bien deformes.

Y aún siendo cierto que no puedo reescribir la historia que nos une
déjame al menos que cuente el motivo real de aquel distanciamiento
que se produjo un día cualquiera, en el que no hubo mucho movimiento
y la puñalada trapera que le dimos a nuestro amor, quedaba impune

porque la autoridad emana del respeto y éste del cariño que se tienen
los amantes que lo son por derecho, pletóricos de fantásticas virtudes
no esta hecho el amor para todos aquellos que de los otros duden
y un relato amargo de lo que de verdad nos ocurrió no se sostiene

así que deja que mi versión sea la única que llegará a buen puerto
olvidando la tuya que no sería mas que una sucesión de incoherencias
ni la vida es toda de color de rosa, ni tampoco el amor es una ciencia
ni des por supuesto, que una vez que tú me hayas dejado, estaré muerto.

Tal vez no sea el mejor relato de los hechos, pero es bastante real
como cierto es que tu marcha no ha sido más que el punto de partida
a una situación que antes para mi no era anormal, sino desconocida
y en la que me encuentro ahora mismo sumergido, tal vez para mi mal

pero de la que pienso salir en cuanto me lo proponga, no sin dificultad
pues los frutos del árbol del amor contienen el veneno suficiente
como para fallecer, si es que has llegado a ingerir toda la cantidad
que marca la frontera entre el éxtasis del amor o el morir de repente.-

jueves, 3 de enero de 2013

AHÍ LLEGA EL RODILLO DEL CARIÑO (1)




Detrás de cada historia envejecida por los años, hundida
en el naufragio de los sueños que también se hacen viejos;
y al lado de un amor que se evapora, entonando a lo lejos
una dulce canción que nace de una ilusión sobrevenida

subyace siempre aquella pasión que nos condujo a amar
dejando aparte la belleza del momento y presumiendo
de no haber tenido ni un momento de duda, aún sabiendo
que el más sabio de los hombres lo es precisamente por dudar

por cuestionarse el amor en sus más almibaradas versiones
aquellas en las cuales los amantes se miran y sonríen levemente
como si el sol les hiciese daño en las pupilas y así de repente
hubiesen de cerrar los ojos, abriendo de par en par sus corazones.

Nunca tuve la duda del momento vivido, sino del porvenir
ni te exigí un cariño que sabía no podías ofrecerme
tampoco te pedí que te quedases, no fueses a sufrir
y entonces, tal como ocurre ahora, empezases a odiarme.

Hay algunas palabras que no digo, pero que aún las pienso
lo mismo que supongo ocurrirá contigo, pero aún así te pido
que seas franca conmigo, que me cuentes todo lo ocurrido
para ver si mi conducta, por repetitiva, se merece un suspenso

y si por el contrario hay algo que salvar, hagamos lo imposible
por mantenerlo con vida, aunque sea con respiración artificial
transfundiéndole sangre, tratando de evitarle cualquier mal
convirtiendo su debilidad en una suerte de fuerza imprevisible

porque el amor, si es fuerte, no suele requerir de muchas atenciones
a veces se queda sólo en casa, y se dedica a llorar por lo bajini
llamando a la ternura, emitiendo suspiros, exhalando emociones
mientras ambos amantes felices en su mundo, se toman un martini.

y se alejan del mundo que dejaron de hollar en cuanto descubrieron
que hay mucho que perder mientras se ama, mucho que lamentar
cuando el sol alcanza su cenit y a partir de esa hora ya se prohíbe amar
y que aquella vez que nos dijeron que el amor era ciego nos mintieron

tal vez porque la mentira es algo que camina junto a la vida misma
y que se miente por amor, y también por compasión, incluso añadiría
que no se dice la verdad en todos los momentos en los que uno querría
aunque es cierto que cada uno ve lo que le cuentan bajo si propio prisma.

Hoy he vuelto a pensar como si en el fondo de mi alma hubiese anclado
un agujero negro orlado de misterio, tan profundo y tan bien amarrado
que ni todas las fuerzas del universo unidas pudiesen despegarlo o moverlo
y al final de cada idea estabas tú, a punto de partir, tal vez sin yo quererlo,

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AHÍ LLEGA EL RODILLO DEL CARIÑO (2)




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o quizás empujada por mi propio interés en que te fueses, para luego sentir
un sinfín de tristezas, un puñado de celos, un manojo de penas y sufrir
lo que los entendidos en la materia llaman el mal de amores, que consiste
en tratar de entender, sin conseguirlo, el motivo real por el que te fuiste

y suponer que la vida sin ti será dulce, graciosa, exenta de preocupaciones
como lo fueron los momentos que compartimos juntos hace ya tantos años
que ni siquiera recordando los instantes de tantas y tan buenas sensaciones
logramos que el rodillo del cariño, al aplastarnos el corazón, nos haga daño.

No volveré a tener jamás la sensación que tuve en los instantes finales
de nuestra triste aventura de hace ya un tiempo, ni tendré que aguantar
esos celos salvajes que mordían con saña mi alma cuando te vi marchar
y entonces entendí que es el amor lo que nos diferencia de los animales

aunque a veces nos vuelva un poco locos, nos proponga razones
que nos guíen al olvido por caminos ignotos, en plena oscuridad
para acabar diciéndonos, en nuestra propia cara, la parte de verdad
que acabará aportando un atisbo de luz a cuantas situaciones

se pongan por delante, sean buenas o malas o simplemente extrañas
y nos pongan a prueba, igual que nos retó la vida de repente
y en aquel momento ni tú ni yo tuvimos la destreza suficiente
como para aclarar el vaho que al cristal del amor oscurece y empaña

y no deja pasar la luz del mediodía que como se sabe es la más pura
la que nunca se pierde, la que siempre se encuentra, la única real
en este loco mundo en el que las distancias se miden tarde y mal
mientras las ilusiones quedan atemperadas por tramos de cordura

muy poco relevantes si se acompañan de celos y maldades
que la tristeza cubre completamente con su perpetuo velo
ahora dime tú si merece la pena decirnos las verdades
o si optamos libremente por mantener a dúo el antiguo recelo

que nos diga al oído lo inútil que resulta ponerse a lamentar
lo poco que pusimos en común cuando estuvimos juntos
la tristeza infinita, la pena irrebatible que enturbió aquel asunto
donde el único objetivo conocido y sincero, supuso un valladar

insalvable como lo es el lento devenir de las horas pasadas
el oscuro final de películas muchas veces vistas y olvidadas
el áspero aguijón de la ira que espera en cada esquina
una vez despojada la rosa de los vientos de sus viejas espinas.

Hoy puedo volver a amar, una vez asumida la soledad sin miramientos
lamentando, si quiero, el hecho conocido de que ya estás muy lejos
para que cuando decidas si deseas volver, ambos seamos viejos
y entonces ya podamos hablar sobre el amor sin hacer aspavientos.