lunes, 7 de enero de 2013

NO CREAS CUALQUIER HISTORIA (1)




Desde la soledad que me produce el tedio, y desde la distancia
voy a ponerme a escribir un breve relato, en busca de fortuna
olvidándome por un día de esa inicua inacción que me importuna
y deseando que, a mis escasas dotes de escritor, le den prestancia

estos tiernos versos, escritos con pluma un poco vacilante
con la calma, eso si, que proporciona la edad, con la ilusión
del que escribe su propia melodía al compás de una canción
y con la tristeza con la que se despide de su país el navegante.

Quien olvida su historia tal vez esté obligado a repetirla
y renegar del pasado que nos persigue no es inteligente
no está en nuestras manos olvidar un amor completamente
y tampoco modelar a nuestro gusto una vida aún por vivirla.

Pero cuando el baúl de los recuerdos está vacío y agrietado
y no se abre el desván en el que guardamos nuestros sueños
cuando el gozne de la puerta que lleva a la alegría está oxidado
es entonces cuando se abre la ventana, cerrada desde antaño

que deja entrar el aire fresco de la noche, seguido de una brisa
sutil y evanescente, fruncida al hilo de una fe más coherente
despojada del tul con el que se adornaban hogaño las camisas
de algunas jovencitas, que les daba por destacar entre la gente

para quienes la vida no constituía sino una sucesión de vanidades
escondidas entre abanicos orlados de pestañas postizas
cuya torpe ilusión, el paso cruel de los años hizo trizas
y acabaron por bailar el can-can en algún lugar de variedades

para diversión de algunos hombres gordos, de abultada cartera
y de frágil memoria, tan ligera como la evanescente porcelana
con la que se fabrican los jarrones en los que cabe entera
bien envuelta en un hato hecho a medias de esparto y pura lana

el alma irreverente del amante que dejó de amar, porque tocaba
rememorando pasadas decepciones, fueran o no verdad
y que dejó a su amada, como se suele decir, en la estacada
con la única excusa de seguir aferrado a su torpe terquedad

pues los sueños obtusos están hechos para hombres sin pasado
y las mujeres sueltas son patrimonio regular de algún gandul
que reescribe iniciales en la rugosa corteza del erguido abedul
dentro de un corazón que más que un corazón parece un dado

de lo mal que está hecho, de lo áspero que resulta su contorno
ilegible cuando la primavera recubre de moho la pizarra empleada
y lo que iba para mensaje eterno, para billete a un viaje sin retorno
por mor de la humedad, se torna en algo pasajero, queda en nada

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