jueves, 17 de enero de 2013

A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL NO MUY LISTO (1)




Habrá un día en que la suerte o el azar, o ambos, me sonrían
y volveré a tener todo lo que he perdido, al menos eso intuyo;
y en ese preciso instante, una vez que la luna dé paso al nuevo día
todo en el mundo volverá a ser lo mismo, y en ese todo incluyo

el fino sesgo dado a la incapacitante historia en la que nos movimos
los besos robados bajo la estela de un cometa más que desconocido
un poco de cariño también, y sobre todo ese amor, casi sobrevenido
que circula por la avenida del odio, una calle por la que conducimos

tú y yo, sin pararnos jamás ante ningún obstáculo por muy fuerte que sea
sin mirar hacia atrás, haciendo abstracción de nuestro pasado ya olvidado
hurtando la mirada de la gente que se gira cuando pasamos a su lado
rememorando agravios, como el niño enfadado que llora y que berrea.

Ya que no puedes romperme el corazón de nuevo, es hora de decirte
que la vida sin ti no es precisamente un camino de rosas; antes bien
camino por el filo del alambre, buscando la mejor manera de herirte
y no dudes que de paso, si puedo hacerte daño, pues te lo haré también.

Antes nadie me había abandonado, pero para todo hay una vez primera
una ocasión inicial para iniciar un riesgo calculado, lo cual en el amor
equivale a empezar de cero, perseguir una estrella, vivir en la quimera
sabiendo que un desliz en el número de abrazos, te conduce a un dolor

tan sólo equivalente al desánimo que siento por tu huida repentina
tus infantiles excusas para irte, aún con la bata puesta y sin peinar
como si en el reino de las sombras tenebrosas te quisieses quedar
en vez de permanecer juntos, y ver como el ocaso del día ya camina

hacia un nuevo amanecer preñado de ilusiones, que son como gotitas
de miel que escapan a la avaricia del oso, que destruye el panal;
en lugar de despertarnos juntos, haciendo de la noche un buen final
has decidido partir, sabiendo que sin ti mi angustia será infinita

más humillante incluso que los días pasados sin saber dónde estabas
sin conocer jamás tu situación exacta, sin poder situarte en mi universo
porque nunca quisiste que conociese tu refugio, ese en el que pasabas
gran parte del invierno, anotando en el mapa de la vida, en su reverso

extrañas sensaciones que daban paso a discursos, muy poco conocidos
y frases muy pequeñas escritas como con tinta invisible, por si un día
cogía tu cuaderno y me daba por husmear los escritos divididos
en pequeños capítulos, con una buena letra, en perfecta sintonía

con todo aquello que me ocultaste desde el momento en que nos vimos
por vez primera en una tarde gris, nosotros dentro, mientras fuera llovía
observando el imponente aguacero que de forma feroz a todos perseguía
y mojados nos reunimos, calados continuamos y empapados volvimos

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