jueves, 17 de enero de 2013

A LA SOMBRA DE UN ÁRBOL NO MUY LISTO (2)



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aunque no fue de agua bendita, al menos a mi no me dio esa sensación
y en el interín humedecido de una nube pasajera te declaré mi amor
y tu, con el pelo empapado, dejándote llevar por una dulce emoción
me dijiste que si, para seguidamente demandarme un poco de calor

como si fuese Zeus y pudiese mandar a los rayos del sol a rescatarte
o disipar las nubes de tormenta que no dejaban de ocultar el horizonte
o una suerte de fuente en el sendero, que hace feliz al caminante
cuando en mi triste corazón tan solo había impulso para amarte.

Pude entonces protestar y no lo hice; antes bien, te protegí del clima
tenazmente lluvioso, de finales de abril o principios de marzo
y aunque sea verdad que la lluvia refresca el día y aleja la calima
no es menos cierto que aquel día te entregué mi vida en un abrazo

y tu la despreciaste porque tenías muchas más donde elegir
y me miraste raro, como quien ve llover y no tiene elección
o bien sale y se moja, o se queda seco, sin fe en el porvenir
y esta última idea, es la que tu elegiste como primera opción.

Seguramente ahora te estarás vistiendo de una forma elegante
para salir a cenar o para ir al cine o quién sabe a donde irás
y tras de una una mirada final en el espejo recogerás los guantes
sintiéndote admirada, deseada y querida, por dentro sonreirás

y no te acordarás de aquellos días de pizza y coca-colas, hundidos
en el viejo sofá del salón, cubiertos tan sólo por reflejos de la luna
eternamente jóvenes, sinceramente unidos, formando una comuna
en la que ninguno de los dos dimos nunca jamás nada por concluído.

Y nos dijimos las cosas a la cara, como debe de ser, sin titubeos
y pagamos a ratos en forma de llanto el cruel peaje de la sinceridad
si al menos por una sola vez nos hubiésemos mandado a paseo
tal vez ahora no estaría tan lejos de ése lugar rebosante de felicidad

en el que al parecer tú te hallas tan a gusto sin mí, aunque sospecho
que no solo crecen rosas en tu jardín , y puede que me equivoque
pero junto al pozo casi seco, en ese trozo que has dejado en barbecho
creo que además de jazmines, alguien plantó también un alcornoque

que no produce olores apreciables pero da buena sombra, al igual
que el amor proporciona una coartada para el enamorado, un efecto
apenas perceptible, que una vez afloró en nuestra vida tal vez para mi mal
y convirtió en un calvario sin fin un instante fugaz, que iba para perfecto.

Puede que el alcornoque no sea un árbol bonito, e ignoro si sus flores
huelen bien, y de hecho no me consta que las tenga, pero en su fuero interno
seguro que se siente querido, incluso aunque pierda sus hojas en invierno;
al contrario que yo, que tras catar el amor, tan sólo me han quedado sinsabores.