martes, 11 de junio de 2013

PUEDO DECIR LO QUE QUIERA (1)





Nada ganamos ninguno no aceptando la evidencia
de un amor aprisionado bajo el yugo de la vida
aún tendremos la ocasión de ver aquí reunida
sobre el piano del salón toda la correspondencia

que compartimos a ratos cuando nos dio por mandar
en sobres bien perfumados misivas mal redactadas
en ellas, lo más sencillo, era tratar de inventar
palabras huecas, sin fondo, que nunca decían nada

pero cuyas consecuencias pagamos en demasía
en forma de inapetencia, de una suerte de desgana
sin compartir ilusiones, sin dar suelta a la alegría
haciendo, en una palabra, lo que nos daba la gana

y así el amor se murió y a su sepelio acudieron
la mentira y el engaño, alma máter del desdén
hacia un amor olvidado por aquellos que se fueron
buscando una vía muerta, de donde no sale el tren.

He buscado en la estación el panel de información
de las salidas y entradas, de los distintos destinos
sin encontrar lo buscado, pese al instinto felino
empleado sin descanso en busca de la ocasión

para abordar de una vez el tren de la libertad
cuyos vagones azules se distinguen a lo lejos
reflejan la luz del sol, como aquellos azulejos
tan parecidos a espejos que parecen de verdad.

Sin embargo lo vivido no deja pena, ni gloria
ni el camino recorrido merece ser recordado
puede ser que la distancia me haya sobrepasado
y como un viejo legado me quedará en la memoria

una cierta egolatría superpuesta a mil temores
un sinfín de mezcolanzas de mil y unas intenciones
la parte final de un verso que dice: no te enamores
y la letra inacabada de otras tantas mil canciones.

Pobre bagaje presiento, sin poderlo comparar
con el tuyo, tan lozano y con tantas etiquetas
pegadas como al tún-tún en tus bonitas maletas
llenas de sal, rociadas por el agua de ese mar

que lleva a los polizones a desear no ser vistos
a sentirse capitán el que sólo es marinero
sin detenerse en el puerto tal como estaba previsto
sin abonar el peaje, tal vez faltos del dinero

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