Como la pálida luz de una vela a punto de extinguirse
Reflejando contra el muro su postrera intermitencia
Igual que la sensatez con la que suelen regirse
Esas parejas de amantes que se arman de paciencia
Para lograr que su vida nunca sea un carrusel
De vivencias obsoletas, de pasos poco medidos
De continuas apelaciones a procesos sometidos
A la ignorancia supina de quien vive del papel
Así está mi alma ahora, después que haya conocido
Que nunca más nos veremos ni siquiera en Navidad
Porque tú estás tan lejos, que ni el eco me ha traído
El retintín de unos besos, limpios en su tosquedad.
Por la rendija de casa entra la luz a raudales
Se cuela como un torrente azul de agua cristalina
Me tengo que acostumbras a sufrir todos los males
Mientras voy echando en falta tu presencia tan divina.
No voy a verte, es verdad, y allá donde tú te hallas
Hay una cierta asunción de ser algo inevitable
Depende mucho de ti, pero no sería aceptable
Tirar tanto de recuerdos, cuando la memoria falla.
Si nos quedó grande, o no, aquel amor infinito
Tan sólo podrán saberlo postreras generaciones
Me limitaré a esperar, junto a aquel árbol maldito
Dentro del tupido bosque que me ocultó sensaciones
A que el viento, cuando sople, me proporcione el olor
De jazmines y ambrosías, con el que siempre despiertas
Y que sale al exterior, si está la ventana abierta
Mientras tu cuerpo se cubre sólo con el cobertor.
Y después cuando los años, andando hacia su final
Nos proporcionen la excusa para no querernos más
Hartos ya de convertir cada fiesta en bacanal
Nos iremos alejando, lentamente, para no volver jamás
Porque el pájaro que vuelve no suele encontrar su nido
Y si lo encuentra, esta roto, o vacío, u ocupado
Tu inesperada ausencia como el fuego me ha quemado
Así que, sin mas demora, me iré por donde he venido
Por si me fallan las fuerzas me llevaré tu retrato
Andaré solo unos pasos, luego me pararé un rato
Y si allá en la lejanía tu silueta alcanzo a ver
Sabré que, como solías, llegarás tarde a comer.
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