miércoles, 2 de junio de 2010

HÁBLAME DE ESE ARBOL MÁGICO


Cuando la luna me devolvió intacta tu mirada
Envuelta en un halo de inquietante soledad
Comprendí que a pesar de todo y a mi edad
Por vez primera en mi vida, estaba enamorada.

Los ángeles del sueño me despertaron dulcemente
Al igual que los pájaros despiertan a las flores
Una voz me decía que hacía lo que era conveniente
Mientras otra, mas tenue, repetía: “no te enamores”

Y sin saber a quien creer me di cuenta enseguida
Que el árbol del amor no solo florece en primavera
Da sus frutos a cualquier hora del día, y te convida
A recoger alguno y consumirlo a tu modo y manera

Unos lo cogen y prefieren guardarlo esperando que madure
Mientras otros lo consumen fresco, para que no se pase
Poniéndolo en la alacena es hasta posible que les dure;
Otros hacen de él un acopio desmedido por si un día faltase

El efecto del fruto no es igual para todos los usuarios
Pues no se precisa la misma cantidad para cada cliente
Para quien nunca ha amado, al menos tres son necesarios
Para los enamoradizos casi siempre con uno es suficiente.

Luego llega el momento de hablar de sus indicaciones
De loar sus efectos uno a uno, de compartir vivencias
Sobre cómo consumirlo, con el fin de superar ausencias
O de donde se puede encontrar si estás de vacaciones

Y en la cháchara gris en la que participa mucha gente
Siempre hay una voz discordante que se opone a creer
Que es peligroso consumirlo verde, que dejarlo crecer
Es una buena idea, a no ser que su consumo sea urgente.

A mi me da por pensar que, llevando mucho tiempo sin probar
Ese fruto de amor al que damos poderes cuasi extraordinarios
No es bueno en ningún caso consumir más de lo necesario
So pena de pasarte, y acto seguido, ya no poder dejar de amar

Lo correcto es coger todos aquellos frutos que ya están maduros
Ofrecer a la gente que ignora para que está indicado su consumo
Recomendar a los jóvenes que no lo tomen o lo hagan en zumo
Y aconsejar también que, si hay que guardarlo, sea en sitio seguro.

Tomando, si así procede, uno después de cada encuentro
Cuando la despedida se hace eterna y el alma se encoge
Por si algunas palabras tiernas se nos quedas muy adentro
Y nos invade la melancolía y no tenemos suficiente coraje

Para lanzar por la borda ese fruto, y que caiga bien lejos
Pues nunca ha sido necesario doparse para amar
Ya que tan solo hace falta seguir mirando al mar
Ponerse delante de la persona amada, y tirarle los tejos.

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