domingo, 31 de julio de 2016

EN EL BAZAR DE LA ESQUINA







Hay momentos en la vida que dan risa, o al menos,
la tristeza está tan lejos como la luna de Marte;
otras veces sonreímos por compasión, como memos,
y se oye una voz triste, que sólo hará recordarte

que hay todo un mundo detrás, esperando tu fracaso
pues las lágrimas alegran a los que no las derraman;
no espero hartarme de nada, tan sólo llenar el vaso,
y brindar, a la salud, de los que de verdad se aman.

El futuro será incierto, al menos para los pobres
el pasado, tan lejano, no proporciona el placer
de olvidados sentimientos, tibios al amanecer
que acabarán por hervir, en la caldera de cobre,

rebosando por los bordes, y manchando el fogón
donde con tanto cariño se hacen a veces pasteles;
que comen los invitados, al son de un buen rigodón
y que al chocolate belga, algunos le son muy fieles.

Quizá por la diferencia entre el amor y el hastío
haya tratados de amor, que venden en librerías
cuyos dueños, sin decirlo, con avidez leerían,
mientras afuera, las rosas, beben gotas de rocío.

Al fin he podido hablar con mi médico de amores
y me ha recomendado no enamorarme jamás,
al menos si quiero ser otro hombre soltero más
entre los muchos que sienten ante una mujer, temores

sólo en su imaginación, pues la verdad que es muy lista
aparece en los momentos de duda, y derriba sin piedad
los altos muros que el hombre construye sin contratistas
detrás de los cuales hay, como poco, un siglo de necedad.

Qué triste es enamorarse cuando nadie te comprende
y las tardes de Noviembre se hacen largas y aburridas,
pero es más malo estar solo, pues la soledad va unida
casi siempre a una ilusión, que es lo primero que venden

en el bazar de la esquina, tal vez a precios de saldo
porque nadie quiere hacerse ilusiones, por si acaso,
se trata solo de amar, y así saldremos del paso
jugando a ser dioses malos, luego nos pondrán a caldo.

Y en la vida del amante, habrá dos puntos de envidia
uno, el del conocimiento de la mujer de su vida;
el otro es cuando alguien te dice tenue al oído
cuánto te echaba de menos y cuanto te ha querido.




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