miércoles, 27 de julio de 2016

DÉJAME







Déjame ser la lágrima que escapa de tus ojos
cuando el pérfido polvo los ciega, con el viento
cuyo soplo no sólo pone a la nube en movimiento
sino que al fuerte árbol menea, dejándolo cojo,

sin alguna de sus fuertes ramas, que caerán al vacío
no habrá red que amortigüe su caída; solo serán
unos objetos inanimados más, en un entorno frío,
que cuando vengan los hielos del invierno, morirán,

para pasar a formar parte de la tierra que acoge en su seno
no sólo a seres vivos, sino también a otros con poca salud,
de vez en cuando allá en la montaña se produce algo bueno
en otras ocasiones hay que alejarse cuando cae un buen alud;

pero en el fondo siempre se vuelve allá donde se besan
la tierra y el cielo, en ese lapso de tiempo diminuto,
cuando todas las nubes se alinean y durante un minuto
bien parece como si el universo, cuya esencia no pesa,

se expandiese sobre nuestras cabezas de chorlito
jugando por un momento a ser dios, y más tarde
cuando el rojizo sol, en la lejanía, parece que arde
abandona su ígnea prestancia y durante un ratito

eterno, a mi entender, se ocupa de asuntos terrenales
del amor y del odio, de la tierna pasión, de la bondad,
y olvida por un momento su penosa marcha por canales
cuyas aguas estancadas podrían atraer la enfermedad.

déjame ser por un momento una fuente de vida; sofocar
cualquier rebelión de tu cuerpo visto por el lado bueno,
y como si tan solo fuese una pequeña ardilla entresacar
la espiga de la paja, para luego descansar sobre el heno

que, cuando se está en el campo, substituye a la cama
igual que olvidamos el agua la vista del oscuro vino;
hoy volveremos tarde a casa mientras el pájaro espino
a medias entre la alegría y la soledad su trino derrama.

Déjame decirte tan sólo que te quiero, no escuches más
a todas esas personas que ni me conocen ni me quieren
cuyos comentarios estoy seguro de que siempre te hieren
no les prestes atención, ni en sueños, no los veas jamás

y nuestra relación transcurrirá por derroteros imprevistos
haremos de cada día una desafío, una sucesión de liviandades
un canto a la estación en la que estemos, y siempre listos
para tratar de no rompernos el corazón diciendo necedades.



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