viernes, 20 de junio de 2014
TRATADO DE BRUJERÍA
Amar verdaderamente no es fácil de comprender
pues las personas que aman, siempre tratan de esconder
el sentimiento postrero, no vaya a ser que las risas
den paso a la indiferencia, y al corazón hecho trizas
es por eso que el amante se esconde tras el balcón
mientras recita unos versos, escritos con devoción
aún sabiendo que su amada, no termina de llegar
pues salió de madrugada en su barco, a navegar
por el proceloso mar de la duda y la inconstancia
con las velas recogidas por miedo al pérfido viento
cuya fuerza siempre pone las olas en movimiento
y rompe en dos el sextante que marcará la distancia
entre el puerto de refugio y el remanso donde el mar
alcanza contra las rocas su punto más espumoso
playa corta donde el aire nunca deja de soplar
perfumando con su brisa un amanecer hermoso.
Si eres espuma de mar, y rompes contra las rocas
resistiéndote, aunque en vano, a no desaparecer
piensa siempre en esa mano, que tiernamente te toca
tratando en su fuero interno de no dejar de querer
mano blanca y pesarosa cuyos dedos acarician
la tierra junto a la roca, las conchas y los percebes
caricias dadas con gusto, sin pensar en la avaricia
con la que otras personas por este mundo se mueven.
No hay nada que sea eterno, ni siquiera la pasión
por la cual el moribundo es capaz de recordar
todo el pasado vivido en pos de una sensación
toda la vida pasada en disposición de amar
pero si un día te falta, no acudas a alguna bruja
cuyos potingues alientan los males del corazón
y que a dejar de amar, por dinero, va y te empuja
cuando menos deberás guiarte por la pasión
última del descontento, pues si se apaga tu estrella
ni variando la actitud se encenderá como antes
siempre debes de pensar que hubo algunos caminantes
a los que la razón pura les hizo buscar la más bella
de las mujeres honestas, esas que son todo oídos
cuando les hablan de amor tiernamente en la mañana
y así les gustará estar a lo largo de la semana
para el domingo añorar todo lo que se han perdido.