sábado, 2 de noviembre de 2013

NUNCA DEBIMOS ABRIR ÉSA VENTANA



En cuanto vuelva otra vez a ser Enero, y los días
otrora lánguidos y cortos se alarguen unas horas
y vuelvan a abrirse, perezosas, las viejas celosías
entonces habrá llegado el momento, sin demoras

de recopilar cuantos recuerdos hayan quedado vivos
tras haber hecho una limpieza a fondo de las neuronas
y pensando en si no habremos sido un poco primitivos
no volveremos a preparar para nadie la cruel encerrona

que nos había servido para seguir junto a la persona amada
haciéndole chantaje, del tipo de dónde vas a estar mejor
guardando el amor como se guarda la ropa entre alcanfor
sin arriesgar nunca una caricia, y sin ofrecer tampoco nada.

Para el que nada tiene, todo le parece incluso demasiado;
ve medio llena la botella que todo el mundo reconoce vacía
se jacta de no haber sido nunca por ninguna mujer abandonado
y convierte el dolor, si lo hay, en una especie de falaz alegría.

Al contrario, aquellos que lo tienen todo y no se percatan
de que a su alrededor la gente sufre todo tipo de penas
no hacen sino tejer una tela de araña que sin duda te ata
mucho más fuerte que lo pudiese hacer cualquier cadena.

Y conste que son más numerosos los segundos,
porque de gente rica siempre está lleno el mundo
y en su afán de dilapidar sus enormes fortunas
que hasta el final de sus días, llega desde la cuna

no paran de ofrecer a elegantes mujeres una vida feliz
sin estar muy convencidos de que al menos son hermosas
el amor para bien o para mal todavía se basa en otras cosas
pero no permite, so pena de matarlo sin remedio, ni un desliz

y se van de crucero por el mundo, sin saber qué es la popa
ya se encargará el viejo capitán de llegar a buen puerto
pues se trata tan sólo de disfrutar del viento, a mar abierto
y no olvidarse nunca para bajar a cenar, el cambiarse de ropa.

Si yo fuese el viejo capitán y tú subieses algún día en mi nave
nada me detendría, ni los vientos alisios, ni la vil tempestad
que al rugir hace aflorar quién es un marinero de verdad
porque es entonces cuando la tripulación aporta lo que sabe

y trataría de llevarte sana y salva a destino, un poco despeinada
eso sí, pues no se pueden pedir milagros a quien no cree en Dios
pero lo que no haría nunca, nunca, es retenerte atada o engañada
pues antes de mentir a quien se ama, es mucho mejor decirle adiós.-