lunes, 19 de agosto de 2013

COMO POR ARTE DE MAGIA (2): POR ARRIBA DE LA LOMA



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Y aún lo estaría más si hubiese tenido la ocasión de establecer
un cierto paralelismo entre mi forma de amar y tus deseos
tan gráciles y asustadizos como un ciervo en pleno amanecer
pero a la vez tan austeros como aquel sencillo camafeo

que utilizabas en contadas ocasiones puede que para impresionar
a gente que no es fácilmente impresionable, y al final de la noche
una vez que la fiesta se había terminado, metida ya en el coche,
creyendo que ya nadie te reconocería, te acababas de quitar.

El ágape comenzaba siempre igual, con los sirvientes prestos
a complacer cualquier deseo de no importaba cual cliente
un increíble buffet de bebidas bien frías y comida caliente
y sobre todo una lista de invitados, tan sólo de los más selectos

no fuese a colocarse de rondón cualquier mindundi, y abortar
con su sola presencia la mágica velada por todos esperada
con una buen orquesta que nunca pararía de tocar
y una muchedumbre en general, muy animada.

Luego de que en el reloj del salón fuese la medianoche,
y ahuyentados los malos espíritus a base de buen vino
habría llegado el momento de montar cada uno en su coche
y volver una vez más a casa, sin dejar de reír por el camino

hablando de las fotos de la vieja condesa, subida en un trineo
del nuevo destino del embajador casado con la hija del tendero
o de escuchar los grititos de los jóvenes al final del sendero
amándose lejos de miradas indiscretas, carne de cotilleo,

porque la maledicencia es consustancial al alma humana
como lo es la agresividad de los leones, en parte disculpada
por esa ferocidad que apenas se adivina tras su tierna mirada
de no ser porque son animales, habría que cantarles una nana,

igual que me gustaría hacer contigo, si tuviese la ocasión
de comparecer en tu alcoba, al filo del primer albor
quizá para expresarte de una vez por todas que mi amor
era del todo cierto, aunque comprendería toda la oposición

que tu familia pudiese ejercer hacia mi humilde persona
y es por eso que te dejé el baúl en el cual está toda mi vida
creo que era una jugada bien pensada, aunque mal admitida
por parte de los que emplean en tu cuidado todas sus neuronas.

Creí que el baúl pertenecía a un mago y que de el saldrían
aparte del típico conejo, negro y blanco y de alguna paloma
el arco y las certeras flechas de Cupido, que nos alcanzarían
antes de desaparecer cogidos de la mano, camino de la loma.-