domingo, 14 de julio de 2013
IGUAL QUE LA PASADA PRIMAVERA (2)
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Sé positivamente que el mundo no se detendrá jamás, siquiera
por un mísero instante, para poderte decir lo que nunca escuchaste
de mis labios fríos, campos sin flor como los de la pasada primavera,
por los que sin más equipaje que una maleta medio vacía, te marchaste.
Y en medio del tumulto aparecerán gurús de todas clases llamando
a la oración, y sonarán sin tregua las campanas de mil templos, repartidos
en otros tantos monasterios, tañendo sin cesar, sus sones bien curtidos
por el áspero puño del hombre que preso de la emoción las va volteando
y cada una de ellas emitirá su son para sus propios fieles
que las distinguen en la lejanía por su especial sonido;
no hay ninguna campana que me avise cuando te hayas ido
pero no por esa razón hay que acabar perdiendo los papeles
pues tampoco la vida se detendrá del todo si te marchas
el hielo seguirá frío, y el agua de los ríos acabará en el mar;
enero nos traerá, hacia el final del invierno, las escarchas
y en abril las flores librarán sus perfumes, para poder amar
y en cada rincón de cada aldea, las mujeres, se pintarán
los ojos, para recibir a los hombres que traen la comida
un poco de ese amor guardado, a su llegada sacarán
y nueve meses después habrá en el pueblo nuevas vidas.
Es malo si pensamos que nuestra existencia es infinita
sólo estamos de paso en esta tierra que a nadie pertenece
y que a todos acoge, haciendo su papel de patrona solícita
por el cual ninguna crítica, aunque sea fundada, se merece
pero es peor pasearse por el mundo en plan perdonavidas
como si cualquier tiempo pasado fuese un cuento inventado
por alegres juglares que deben recitar los versos adecuados
a cada situación, recordando a las persona retazos de su vida
en los cuales salieron triunfantes de ese duelo entre el amor
y la cruda realidad de una vida sin demasiados alicientes
nunca parecer tener las ganas, ni el tiempo suficiente
para darle a su gris existencia un poco de color.
Y a pesar de todo el universo seguirá su camino, sin parar
ni cuando te hayas marchado, ni cuando me haya ido
el barco de la vida está preparado y a punto de zarpar
en cuanto nuestras almas por la frágil pasarela hayan subido
y una vez en marcha, nadie lo va a detener ni a cañonazos,
no volverá hacia atrás, pues no puede girar si no es en mar abierto;
así quedó mi alma después de tu partida, deshecha en mil pedazos
mientras tú ponías la tuya, salvando las distancias, a cubierto.-