viernes, 19 de julio de 2013

A UNA MUJER QUE ME AMÓ





Fue como si la tormenta nos arruinase el momento
dejando caer sus gotas, sin freno de ningún tipo
sobre dos cuerpos andantes en rápido movimiento
dos almas en comunión, que formaban un equipo.

Era el alba de algún día por el cual no pasé pena
no recuerdo si estaba triste o la locura guiaba
unos pasos susurrantes recorriendo la alcazaba
dejando atrás por inútiles, castillos sobre la arena

medio sándwich de jamón mordido en su mayoría
una botella vacía de cerveza, y sobre la sucia mesa
alguna migaja errante, siempre en continua porfía
para no caer al suelo, donde pudiera ser presa

de predadores ocultos, hasta que huelen comida
de pájaros atrevidos que asaltan habitaciones
de una troupe de roedores, guiados por obsesiones
de una certeza infinita, en duda reconvertida

por mor de la libertad que a la anarquía silencia
la parte proporcional de una ilusión compartida
el colmo de la ilusión para gente divertida
una pasión sin amor, un hartazgo de impaciencia

como la que pueden darse dos amantes en apuros
sin ninguna conexión, perdidos en el espacio
medido entre cada instante que camina muy despacio
mientras alguien recolecta el fruto ya bien maduro

de la planta del deseo o del árbol de la ilusión,
no debo coger más piezas, tengo todo cuanto quiero
y pienso que acaparar más producto, es obsesión
que sirve igual en la vida, cuando se piensa en dinero.

Nunca he sido rico en nada, ni tampoco pobre en todo
he vivido, me han amado, y también he sufrido, a veces
mas de lo que merecía, pero ahora me apetece de este modo
poner a toda la gente, para bien o para mal, en el lugar que merece.

A la mujer que me amó yo le haría un monumento
empezando por su cuerpo, difícil de modelar
si se hace de memoria, empleando algún cemento
con el que sus bellos miembros se pudiesen acoplar

para seguir por su alma, sin duda blanca y enorme
hecha para el sufrimiento, pues amar no es placentero
sobre todo si en el amor no hay un discurso uniforme
y duro, si la otra parte no entrega su cuerpo entero

y restringe las miradas, ocultando sentimientos
como quien juega a encontrar besos en la oscuridad
sin más brújula que el amor, en medio de una ciudad
alumbrada por destellos y olvidada por momentos.

Y a las que no me amaron, que sin duda son legión
a ésas, no les doy cancha, pues ya tuvieron su premio
en forma de libertad, olvidada para siempre la pasión
del bebedor, que a la postre, se ha declarado abstemio

y mira con desconfianza las botellas apiladas
en estantes polvorientos hallados en cualquier bar
alguna vez la nostalgia le podría hacer dudar
pero recuerda que el vino ya le dejó en la estacada

y tan solo bebe agua, fuente de vida infinita
come con frugalidad, pues la gula desmerece
cualquier otra cualidad en la medida que crece
la idea de una pasión que algunas dudas suscita.

En el fondo y en la forma en el amor siempre estuve
preparado para entrar como un toro en el albero
sin más freno que la capa de una mujer que sostuvo
que en cuestiones amatorias, yo sería un buen torero.