domingo, 30 de abril de 2017

EN EL AMOR TODO VALE







Varias veces la tristeza ha dominado mi vida
y lo cuento, porque amar supone ser precavido
para luego colegir, que el darse por vencido
es sinónimo de alumbrar ideas preconcebidas.

En el amor todo vale, y en la guerra las bajas
no son sino la ocasión de un recuento inacabado
una sucesión de extraños y oscuros desaguisados;
oteando el horizonte, la vista es la que trabaja

y mientras la soledad se apodera del encanto
de una tarde a contraluz contra el muro levantado
en derredor de una fuente cuya agua he derramado
y la muy olvidada luna por fin enseña su manto

hay notas tristes, por manos tiernas escritas
en el libro de la vida cuyas páginas no son
sino el lejano recuerdo de una cercana cita
esculpida sobre el viento con renovado tesón.

Cada viernes, a las cuatro, si el autobús se retrasa
me quedo en el arenal, mientras el tiempo se pasa
y observo como los barcos, muy allá en la lejanía
de un mar embravecido, al sol hacen compañía

y regresan con sus velas desplegadas, al compás
de unas olas cuya espuma puede salpicar quizás
si te acercas a la orilla del puerto de donde salen
todos los que, navegando, van en busca de ideales

que son esas circunstancias que nos impiden volar
porque el hombre no nació con alas para lograrlo;
hoy voy a verte, por fin, después de mucho esperar
y espero que no me siga por detrás ningún escualo,

cuyos dientes hacen daño, si te muerden de verdad
como duelen los olvidos, si no quieres recordar,
que un día, allá a lo lejos, la vida vino a buscar
medicamentos en contra de la temida ansiedad

y se llevó por delante ilusiones y templanza
un poco de anís en rama y la lejana inquietud
de dos personas en busca de la eterna juventud
meta injusta porque a veces hace perder la esperanza

a todo aquel cuyos yerros, lo condenaron a muerte
sin que una pizca de suerte en toda su vida hubiese;
hay días sin compasión y hay horas sin poder verte
como si en cada ocasión, mi corazón se muriese.


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