ENTRE NUBES DE TRISTEZA

Cuando las luces se apagan y la película empieza
algunas manos se tocan, y en la oscuridad tropiezan
hay un espeso silencio, y las filas de los asientos
parece que cobran vida al ver tanto movimiento.

Muchas veces, en el cine, se refleja nuestra vida
fotograma a fotograma, va pasando nuestra infancia
recuerdos de aquellos días, de obediencias debidas,
y también porque así era, de una cierta intolerancia.

Cuando las letras den fin a la sesión y en silencio
tengamos que desfilar hacia la calle, dispuestos
con el vecino más próximo, a comentar lo ya visto
y enfrentarnos de los críticos a miradas de desprecio

no quedará sino irse en busca de un horizonte
cuyo halo incandescente nos obligue a recordar
cuantas posiciones hay en el momento de amar
aunque haya que tener la memoria de elefante.

no buscaba tu perdón, iba en busca de cariño
y encontré, sin desearlo, una perla acurrucada
entre nubes de tristeza, debajo de la almohada
esperando renacer en los pliegues de un corpiño.

Pero hoy el tul que cubre mis ojos se ha rebelado
y al caer al suelo, sucio, ni un ruido ha provocado
tan sólo la levedad de un rastro indeterminado
cuyo interés estaría en haber sido comprado

en bazares olvidados en tan remotos países
de los que deben pintarse tan solo en tonos grises
por artistas resentidos contra todo lo correcto
que nunca terminarán ese cuadro tan perfecto

que muestra el atardecer cuando el sol en lontananza
parece huir de la quema, de tan rojo como se muestra;
habrá un niño preguntando torpemente a su maestra
esperando una respuesta, incólume su esperanza,

pese a que las circunstancias no acompañan demasiado
pero quien puede dudar de la intención del infante
sobre todo si asumimos que sus palabras, triunfantes,
rompen el silencio espurio, dejando la dicha a un lado.

Como niños nos amamos, como adultos hemos hecho
tantos votos que Cupido nos dejó por imposibles
algún día lloraremos, pues ambos somos sensibles
quizá en ese momento, yo lo haga sobre tu pecho.



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