sábado, 30 de abril de 2016

HOY HE VISTO UN NUEVO AMANECER






Si llamas a mi puerta y no te abro, me habré ido
probablemente triste, pero ya convencida
de que lo que vivíamos en común no era vida
al menos no, tal y como yo la había concebido.

Eres el rey de la palabra hueca y de las mentiras
y yo soy la princesa del llanto, que siempre llora
a cada instante infeliz, la que se pasa horas,
esperando ese momento que nunca llega y suspira

porque el nuevo día, por fin, te traiga de la mano
hasta el dintel de mi cama, con las sábanas nuevas
oliendo a suavizante, aunque húmedas de llanto,
de lágrimas que acaban por salir, de tanto en tanto.

Hoy he visto un nuevo amanecer, parecido a otros
me he vestido sin prisa y con las mismas prendas,
para que si un día vuelves, al verme, tú comprendas
que el dios del amor, quizá, se olvidó de nosotros;

y el cariño se nos fue por el desagüe, al río
donde van a parar sentimientos enfermos
el cual se hiela en invierno, debido al frío,
aunque se pude andar por él si lo queremos.

El amor es de hielo y aunque parezca fuerte
quizá sea agua, húmeda y débil, por debajo
si merece la pena arriesgarse en ir a verte,
es porque luego se pierden días de trabajo,

al tener el corazón enfermo en cabestrillo
por culpa de aquella caída, al final evitable
resbalando de lleno por el hielo inestable
para terminar estrellada contra los ladrillos

que componen la verja que limita mis pasos
hecha un poco al azar y otro poco a conciencia
por albañiles hábiles, que derrochan sapiencia,
pero cuyo margen de maniobra es escaso.

No vayas a olvidar mi llanto, ni tampoco sonrías
al verme, no quiero compasión, y si tanto te fías
de tu buena intención, pues entonces te espero
un día, a la hora que quieras, para un ratito efímero

sentados frente a frente, al lado de un café titubeante
el cual recién hecho, echa humo, ya que aún está caliente;
sé que luego te irás, como sueles, mirando hacia adelante
y yo trataré de evitar una vez más, mil lágrimas ardientes.




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