miércoles, 31 de enero de 2018

EN UNA BARCA RUIN






Vimos la soledad y nos acercamos a ella con ahínco
igual que un caballo hacia la fuente donde mana
el agua que le da la vida, que le hace dar brincos,
porque el preciado líquido sólo durará unas semanas.

Andábamos a otras cosas, no nos salía el amor
y en el ínterin siniestro del fracaso,
más cerca del amanecer que del ocaso
cultivando perlas que luego no encuentran comprador

nos lanzamos al agua sin importar la hondura del lago
desconociendo incluso la temperatura del agua, helada
cuya espuma en la orilla nos recordaría, de pasada,
las precauciones a seguir cuando cruzas el piélago

en una barca ruin, llena de grietas y pintura desconchada
apenas sin timón y con las velas, por la mitad, partidas
mostrando al mundo un sinfín de desventuras y de heridas
sabiendo que al final de su último viaje acabará varada

en algún espigón de un sucio puerto, pasto de los insectos
que comen madera, aunque esté ya hace tiempo podrida
y morderán su nombre, aquel que le pusieron de por vida
y que muchos han mirado con asombro, casi circunspectos.

Amalgama de odios y puente hacia una suerte de vendetta
nuestra querida barca simboliza el descanso eterno y duradero
y también, cómo no, el pasado lejano y un poco traicionero
cuando la nave en sí no era más que un embrión, una maqueta

en la que todo el mundo podía opinar, sin conocer quizá
el verdadero final de la aventura, hacia dónde navegar
cuando la bruma se despeja allá en lontananza, y el mar
fiel a su cita con las lejanas orillas, hasta ellas vendrá

sólo para encontrarse con su amiga la tierra y disfrutar
un instante del roce con la arena, cuando la pleamar
impulsada por vientos que no sienten vergüenza de soplar
y al aumentar el volumen de las olas, se puede disfrutar

de una tarde de asueto en franca compañía
o de una mañana de pesca, con buen cebo
es lo que, sin duda, algún experto llamaría
en un lenguaje técnico, el efecto placebo.

El mar, las olas, la espuma, la barca y el sextante
son parte de una vida olvidada y diluida, distante,
tan lejos del nacimiento, como del fin de los días
y juntos componen un compás, que ni yo conocía.-


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