DE LAS TARDES DE CINE

Hoy vengo para contar, por fin, cuánto te amo
sin que haya que esperar ningún aniversario
no precisa el amor de días señalados, a diario
le gusta mostrarse, aunque a veces dudamos.

Cuando te conocí, no supe ver en tí la paz,
ni tampoco quise guerras, que no ganaría
me limité a quererte, sin pasarme los días
lamentándome de no ser lo bastante capaz

para pedirte que siguieras conmigo, a pesar
de que la vida nos llevase por otros caminos;
realmente nuestro amor era sencillo de llevar
pues se trataba de dos almas y un solo destino.

De las tardes de cine me viene a la memoria
tu vestido, de un rojo brillante, escupía sangre,
sentía mi cabeza girar, como estando en la noria
aunque a veces creía estar atrapado en el palangre,

como si fuese un pez abocado a ser despellejado
y quemado vivo en el fuego del amor eterno
tengo dibujos a carboncillo hechos en mi cuaderno
que algún día te mostraré, cuanto los haya terminado.

Del futuro en común no llegamos a hablar, mi fallo
fue no decirte todo lo que pensaba, que era mucho
siempre me limité a ver como volaba ése avechucho
y por eso en esta extraña situación ahora me hallo

sabiendo que te amo, y no puedo tenerte sobre mí
sintiendo tu aliento tan cercano que parece el mío
sin notar ni el calor, ni la pertinaz lluvia, ni el frío
buscando tan solo palabras que de niño aprendí

para decir, te quiero, sin que las mejillas se sonrojen
para acariciar tu cuerpo sin que mis manos paren
más allá de lo estrictamente permitido; y si nos cogen
pues espero que la vida nos indulte y nunca nos separe.

Escrito quedará cuánto de amo, y podrás recordar
tantas veces como quieras mi manera de pensar
cada vez que leas algo con nosotros relacionado
quizá te sientas sola, y aunque yo te haya amado

nunca será suficiente teniendo en cuenta cuanto amabas
a ésta, mi alma, perdida entre el papeleo y la burocracia
buscando siempre un contrato firmado y alguna farmacia
para comprar tiritas, y restañar tus heridas, que sangraban.



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