domingo, 31 de enero de 2016

CON LO QUE DIJE AYER





Escribo esto para alguien a quien quizá no vea
nunca más, mientras afuera, el incesante viento
pone a desfilar las nubes cuyo blando movimiento
invita a pensar que tratan de no sostener una pelea.

No siempre fue así, pues hubo momentos de pasión
y otros en los que, cogidos de la mano, al cine fuimos;
no puedo recordar, con certeza, que es lo que vimos,
me falla la memoria, lo cual no debe suponer una razón

para olvidarte, pero si hay que hacerlo, lo haré sin duda
pues estamos en la tierra para amar, pero si no es posible
tratemos al menos de agarrarnos a algo bien tangible
ya sabes que la arena resbala entre tus dedos de tan menuda

que es, pero cada playa está formada por miles de sus granos;
y es tan resistente que ni el embravecido mar puede con ella,
y las naos encallan si no se detienen a tiempo, en tenaz batalla
con el viento que hincha sus velas, bajo el tórrido sol cada verano.

puede ser que el símil de la arena no te guste, siempre fuiste
un poco especial, entiéndeme, no estoy hablando de tu cara
sino de esa manera de expresarte, con la que un día sedujiste,
a este pobre corazón, que desde entonces, en la noche se para,

y solo retoma el movimiento cuando ve las gaviotas
enfilando el horizonte, quizá en busca de alimento,
o tal vez por el simple placer de volar, un sentimiento
del que nunca hemos podido disfrutar, y eso se nota.

De todo el pasado me quedo con lo que dije ayer,
que te quería igual que el primer día, si no más,
y seguramente en tu caso, echando la vista atrás,
aunque con ciertas reticencias, te dejases querer.

Quién aseguró que el amor no se compra con dinero
seguramente era, como se dice, más pobre que una rata
no conozco a ningún rico a quien le falte amor, se trata
de tener cerca alguien diciendo a cada momento te quiero,

y el cariño de verdad vendrá después, cuando el dulce otoño
provoque la caída de las hojas, a quienes el crudo invierno
cubrirá con su blanco manto inmaculado, helando los retoños,
del árbol bajo cuya sombra a veces nos dimos besitos tiernos.

Y aunque no siempre será así, suscribo en este momento
todo lo dicho por mí, incluso cuando estaba un poco ido;
si no consigo que me ames, sin exhalar ni un lamento,
con la primera luz del alba, me iré por donde he venido.




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