jueves, 29 de noviembre de 2012

TESTIGOS NADA FIABLES




Si por un día fuese el dios Cupido me afanaría en promulgar
Miles de leyes y otros tantos decretos para impedir amar
Primero, a todos aquellos sujetos incapaces de sentir
Y más tarde, y sobre todo, a aquellos capaces de mentir

Con tal de conseguir de otras personas todo lo que quieren
Sin más cortapisas que su propio egoísmo, y su impudicia
Que nunca impedirá la exhibición de esos gestos que hieren
Aunque luego, y para remediarlo, te puedan hacer una caricia.

En una primera fase ni podrían amar, ni ser queridos
Los que hubiesen fracasado al menos una vez en el amor
Los que hubiesen causado a la otra persona algún dolor
O simplemente aquellos que, por la triste soledad vencidos

Se hubiesen refugiado en una relación sin fe en su resultado
Regalando, eso sí, las flores adecuadas en los días prescritos
Hablando por teléfono de una forma frecuente, y sin los gritos
Que suele oírse proferir cuando una relación se ha terminado.

Publicado el decreto convendría dar forma a los castigos
Vulgo, las penas para aplicar a los que infrinjan claramente
Alguna de estas leyes hace tiempo en vigor, correctamente
Defendidos por el abogado del amor, presentando testigos

Si a bien lo tuvieren, en uno de esos macrojuicios eternos
Que suelen empezar bien, pero que acaban tarde y mal
Y donde es muy posible que las almas se abran en canal
Y al final del proceso ya no quede espacio en los cuadernos

Ni para anotar el resultado y la sentencia inconclusa y aburrida
Se queda a solas entre los pliegues de una toga abandonada
Mientras los presentes en el juicio desfilan hacia la salida
Y al mirar tras de sí para ver si dejan algo, ya no hay nada.

Si fuese el dios del amor, que no lo soy, nadie escaparía
De una relación por la puerta de atrás, pues se le obligaría
A dar la cara siempre, a dejar al menos una nota escrita
Siquiera en una esquina del salón, sobre alguna mesita.

Es justo reconocer que son planteamientos arriesgados
Heterogéneos, que no guardan entre si ninguna relación,
Y que desde luego no pueden, ni quieren, ser la solución
A la eterna cuestión del abandono, un término marcado

Por la inútil levedad de la palabra herida que florece
Cuando nada de lo que digas resultará apropiado
Una vez que la relación que nos unía se ha cortado
Y tan solo de nuestra propia soledad seremos jueces.

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Si fuese el dios del amor, lo que en ningún caso podría soportar
Es el tedio silente de las manos dedicadas a labores
Totalmente contrarias a los usos que significa amar
Y que a mi gastado corazón tan solo le han causado sinsabores.