lunes, 30 de abril de 2018

YO DARÍA MI VIDA







Qué pasaría si dejase de amarte, y luego
no quisiera ser más tu marioneta, tu pelele;
para tí, la vida conmigo es sólo un juego,
yo tengo que bailar al ritmo de tu ukelele.

Las oscuras razones del deseo compiten
en desconfianza con las notas vibrantes
de un apagado laúd que suena en la lejanía
sin fijarse una meta más allá del mediodía,

acariciado por manos acostumbradas al ocaso
tañido por yemas de unos dedos que conforman
en cada partitura una especie de oda al fracaso
que tiernas voces de constancia serena entonan.

Suena la levedad del viento que trae hojas
de árboles que abandonan sus verdes trajes;
hay en el suelo un manto, y quien lo recoja
quizá se encuentre con un áspero paisaje

en el que cielo y tierra se combinen sin parar
en el que los astros, no brillen, cegadores,
sino más bien como puntitos de colores
a cierta distancia de la espuma del ancho mar

refugio de navegantes sin destino, permisible
con todo aquel que va en pos de lo imposible
generador de sueños, guardián de la verdad
y también exhausto, cansado de tanta soledad.

Porque hay quien se opone a ser tan solo
una muesca más en la pistola del destino
un miembro más de una partida de bolos
o un bostezo en un desayuno vespertino;

para los que piensan que amar es suficiente
hay tratados que niegan la mayor, escritos
por hombres, a los que consideramos eruditos
libros que se deben de leer completamente

captar la esencia de una relación que no reviste
ninguna emoción para los que la vemos de fuera
si alguna vez he amado, si así fuese siquiera
recordaría sin duda aquel momento triste

y daría mi vida por volver e experimentar celos
y por volver a tomar aquel café hecho por tí
y también por volver a recoger del sucio suelo
los tiernos y prolongados besos que nunca te di.



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