domingo, 28 de agosto de 2016

NI SIQUIERA MI LLANTO






Seguíamos sin comprender, pero lo hicimos,
separamos nuestras vidas un día junto al mar
sin caer en la cuenta de que lo que vivimos,
no daba, ni siquiera, para un día de amar.

Todos los callejones acaban en un muro
y las flores, sin agua se marchitan seguro;
quedará en la conciencia el haber intentado
apartar nuestras almas del extraño candado

cuya combinación, ni libera, ni apresa
es más bien un deseo que una realidad
como ves, lo que siento es la necesidad
de besar, como antes, tu boquita de fresa.

Cada vez que te miro, me suele suceder
que añoro tus caricias, tu carita mimosa
tu manía del orden, el colocar cada cosa
en el sitio donde alguien debería poner

los sueños, si los tiene, o bien la realidad
de un amor imposible, por cuestiones de edad;
hoy prefiero sentirme libre como los pájaros
en lugar de agarrarme a la piel, como un ácaro

pero sé que mañana, en cuanto te despiertes
y hayas decidido que no cuentas conmigo
habrás perdido un trozo de lo que fue un amigo
y sin embargo yo, te desearé mucha suerte

en tu largo periplo en busca de ése amor
que salía en los cuentos, los de Maricastaña
en los que el agua azul, ilumina el verdor,
hincha los corazones y los males restaña.

Yo no quiero pensar que lo nuestro fue en vano
que todo ese largo camino, cogidos de la mano
vino a desembocar, como si fuese un vulgar río
en un mundo cruel, donde se impondrá el frío,

a nada que el invierno, con sus alas de hielo,
suceda al viejo otoño, ya de capa caída;
hubo, claro, momentos para tocar el cielo,
y también pensamientos con ideas suicidas;

pero juntos pusimos un punto de cordura
en una relación que se me antoja acabada
vete pues de mi lado, y así no verás nada,
ni siquiera mi llanto, que en mis ojos perdura.



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