jueves, 29 de enero de 2015

DE AQUELLA TARDE GRIS






Tal vez fuese un día gris, en el que huyó la tarde
Llevándose con ella, sin piedad, casi todo el amor
Que aún queda en un trocito de vela que no arde
Por habérsele acabado para siempre aquel ardor

Con el que empezó en la mañana a crepitar
En cuanto el tibio sol asomó por la ventana
Trayendo a la húmeda hierba la esperanza
Y juntando dos cuerpos nada más despertar.

La vida es una vela muy corta, que decrece
En cuanto el ávido fuego se apodera de ella
Y tan sólo le quedará alumbrar lo que parece
Ser un fotograma más de una serie muy bella

De claroscuros soñando con luces de colores
Diapasón de sonidos en busca de un autor
De desnudas montañas, entre tanto verdor
Que ocultan en su helado regazo, sinsabores.

De aquella tarde gris, apenas queda nada
Si acaso la alargada sombra de un ciprés
El suave trino de un ave, feliz y despistada
O el eterno rastro en el camino del ciempiés

Cuya ardua tarea cotidiana consiste en no parar
Pues la vida le exige estar siempre en movimiento
A él le gusta compararse con la espuma del mar
Que alborota las rocas, sin dejar ni un momento

De ser lo que ya fueron, una parte importante
Del piélago salvaje donde los barcos flotan
Oscureciendo el sol con su silueta impactante
Para al final quedar varados en una playa remota.

Hoy he querido amar, pasado ya el instante
De una juventud vacía y a veces temeraria
Quisiera unirme a ti como el capitán a su sextante
O como el tren, siempre a lo largo de su catenaria

Pero si el frío del invierno ha de ser mi destino
Y ya en tu casa no hay sitio para mí, espero
Que la cordura me impida cometer un desatino
Y que el amor vuelva de nuevo por sus fueros

Para poder decirte muy bajito al oído que te adoro
Que en otro tiempo ya pasado, erré, pero he rectificado
Del tema del amor me disgusta rememorar sólo el pasado
Pero cuando lo hago, todas mis palabras valen su peso en oro.




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