sábado, 30 de septiembre de 2017
CADA NUBE ES UN ALMA
Las nubes son almas que desde el cielo nos vigilan
nadie está a salvo, ni a su aviesa mirada nada escapa,
todos recibirán su ración de agua, cuyas gotas destilan
un sabor amargo, y cuya humedad mojará las solapas
de tu mejor traje, el único que tienes y mientras el cielo
hecho añicos de agua, sobre tí parece derrumbarse,
a ésas personas que conoces, no les da por pararse
no vaya a ser que la fría noche torne la lluvia en hielo.
cada nube es un alma y cada trocito de firmamento
un sólido guardián de pasadas y presentes ilusiones;
aquí y allá la gente parece disfrutar, y en ocasiones
siente incluso que para reír le ha llegado el momento.
No quiero parecer triste, no es el caso hoy, y sentiría
que la lectura de alguno de mis poemas te cogiese
en una mala situación, quizá enferma o lo que fuese
pues cada verso, sin ser nunca un prodigio de alegría
sólo expresa un deseo, la ferviente ilusión de parecer poeta
de arrancar de tí una reflexión, tal vez alguna triste duda,
pero por encima de todo hay un trabajo oculto, y una meta
que no siempre llega y en mi caso, aún con el alma desnuda
la diviso tan lejos que preciso de gafas de aumento para verla
y ni aún así la veo, pero no es momento de ponerse a llorar
para eso son los culebrones, con argumentos que no son de fiar
interpretados por dulces damas con espléndidos collares de perlas.
y si hay ocasión, habrá un poema que sea como un compendio
de todo lo escrito hasta ahora, y quizá lo publiquen algún día
en medio de otros muchos, para ello habrá que rezar avemarías
y quien sabe si no también con el editor realizar algún dispendio
historia de comprar voluntades, como quien compra calcetines
todos ellos por pares, pues no se venden solos, aunque realmente
si solamente tienes una pierna, pues ya con uno te sería suficiente
igual que en el monasterio únicamente hay un rezo de maitines.
Por donde sale el sol nunca hay oscuridad, sus rayos brillan
y en el instante en el cual aterrizan en la tierra alumbran
cada rincón de cada lejana pedanía, cuyas tierras encumbran
a los terratenientes cuyas esposas se protegen con sombrillas.
ahora es preciso acabar, no queda tiempo para volver atrás
y sin duda mirar hacia delante sería demostración de estilo;
dejemos para otro día el balance de un sueño, tanto más
cuanto ahora te hallas observando, de las flores, sus pistilos.
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