sábado, 30 de septiembre de 2017
SÓLO QUEDA ESPERAR
Dejamos que la pasión se fuese acomodando
y devino en rutina, y luego se nos llenó de sal
como en esas historias que la Biblia va contando
viejo libro sagrado, a veces convertido en misal.
Luego se hizo tarde, y la luz natural se oscureció
apareciendo en el horizonte las farolas en marcha
rebotando su luz entre menudos copos de escarcha
creo que algún pequeño resbalón, un peatón sufrió.
Hay arenas de mar y también las hay en el camino
a algunas, traicioneras, se les denomina movedizas
otras en cambio son amables, como viejas nodrizas
que alimentan en lugar de su madre a los meninos
ofreciendo sus pechos para un desarrollo correcto
de algún pequeño ser, surgido de la nada, hambriento
y que algún día será doctor, o tal vez arquitecto,
pero al que en todo caso, nunca verás ser un harapiento.
La infancia nos condiciona, es cierto, y a veces para mal
pero también es bonito ser niño, con cero obligaciones,
tan sólo con una gran obsesión por lograr diversiones
y es cierto que, a veces, te comportas como un animal
aunque luego los años apaisan tus locuras y las meten
en un saco grande donde caben hasta las decepciones
no hay ninguna razón para no ser feliz y en ocasiones
con una enorme sonrisa cuasi tatuada en los mofletes
conquistas a más gente que todos los guerreros
que libraron oscuras batallas, si bien en el pasado;
alguna de esas peleas, nosotros ya las hemos librado
y no de todas ellas, desde luego, hemos salido enteros.
Sólo queda esperar y ver si el sol del mediodía
cuando alcanza su cénit y hace cerrar los ojos
nos trae al corazón ese puntido de serena alegría
que abre como por arte de magia todos los cerrojos
con los cuales la vida trata de compensar su desatino
cerrando a cal y canto cualesquiera atajos y caminos
desafiando al viento, que sin embargo sopla y se cuela
por entre las rendijas y grietas de nuestra vieja escuela
aquella donde nos hicimos adultos, tras el primer amor
aprendiendo los ríos, que siempre van al mar, a morir;
escribiendo con tinta, que al mancharnos, nos hacía reír
y sobre todo soñando, día tras día, con un mundo mejor.
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