domingo, 20 de noviembre de 2016

QUIZÁ MAÑANA







Nadie esperaba más de la vida, que yo mismo
nadie corría en pos de una ilusión como lo hice
y tampoco cayó nadie, en un cierto pesimismo,
que a veces la propia alma, incluso lo bendice.

Como verás estoy un poco espeso, no acierto
a coordinar muy bien mis propios pensamientos
tengo ideas, sí, pero no consigo llevarlas a efecto
y en muchas ocasiones, se las ha llevado el viento.

Quizá mañana, con el alba a lomos de la luz subida
con las calles desiertas y los bares llenos de comida
tengamos una nueva oportunidad de ser felices,
o en caso contrario, pues me llamas y me dices

que no puedes venir, que el tiempo se te ha echado
encima, que tienes que comprar para el fin de semana
que no llegarás a la hora acordada, y yo enfadado
comprobaré la hora en el reloj, una costumbre sana

que adquirí cuando deduje que a veces no deseas
estar conmigo, y prefieres salir con los amigos,
y ya no sé como librarme de ésta especie de vértigo
y trato de no quebrarme ni adquirir costumbres feas,

tales como llamarte a horas harto intempestivas
para lanzarte, por lo bajini, algunas invectivas
mientras intento conservar intacto el orgullo
te quiero, sí, eso es una verdad de Perogrullo

pero no lo demuestro muy a menudo, por si acaso
dar a entender que algo no te gusta es arriesgado
al menos hay que esperar a que se dé por acabado
el día, mirando sin cesar, hasta que llegue el ocaso.

Cuando todos los demás se van, dejando en el vacío
salón, algunos abrigos olvidados, y un cierto aroma
a colonia barata, que al aspirarla produce desvaríos,
quizá sea momento de dejar de tomarlo todo a broma

y retomar de nuevo la senda de los besos, anegada
de agua de las últimas lluvias otoñales, abundantes
pero a la vez efímeras, como esa ligerísima rosada
que tiñe de rubor las desnudas mejillas del amante.




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