viernes, 24 de junio de 2016

UNOS KILOS DE BONDAD








Por si vienes un día y me he marchado,
con tu traje de fiesta y tus botines,
en el bolsillo dos entradas de cine
y flores que aún no se han marchitado,

te dejo la llave junto al viejo jarrón
al lado del alféizar, frente al barandado
abre y pasa y si aún no has merendado
te puedes comer un poco de jamón.

Hay cerveza bien fría en la nevera,
y algunos ganchitos en la alacena,
estoy lejos, pero si te soy sincera,
quizá pueda regresar para la cena.

Hoy paso del amor, me dedico a lo mío
luego no aspiraré el preciado perfume
que acompaña a las flores y presume
de olor en primavera, y durante el estío

cancela sus efluvios, a la par que somete
a su preciada carga a un silencioso ajuste
no se le puede decir a nadie "ahora vete"
y menos con la esperanza de que le guste;

nos dijimos adiós, un poquito forzado,
tratamos de volar después sin ataduras
sobrevolando cientos de sitios animados
yendo por encima del sol sin la premura

de otros tiempos lejanos, remotos, olvidados
hechos jirones, como rotos por dagas afiladas
perennemente en soledad, cuasi desorbitados
que nos dejaron la sensación de no haber nada

a lo que tratar de asirse cuando el barco deriva
y su proa se hunde en el profundo y ancho mar
ya volverá a salir el sol cuando vuelva a flotar
y surque los océanos en busca de mareas vivas.

Mientras tanto el amor, agazapado como liebre
difuminado su rostro por trazos de tonos grises
enfermizo y quizá muy castigado por la fiebre
preparado para que si quieres su dignidad pises,

se alimenta de las viandas que nunca pudo pagar
y se llenará de deudas, por comprar su soledad
aún va pidiendo socorro a quien se lo pueda dar
pidiendo tan solo a cambio, unos kilos de bondad.




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