Aún resuena en mi cabeza el llanto
Amargo tras de tu partida, hiriente,
Mis lágrimas como perlas ardientes
Aunque tal vez no fuese para tanto
Pero no hay consuelo para el pobre;
Sólo en la mesa del rico hay comida
A unos les sonríe de verdad la vida
Otros deben vivir con lo que sobre
Y así el orden del mundo se alinea
En torno a una trasnochada idea
Según la cual no estamos preparados
Ni para amar, ni para ser amados.
Y cuando alguien rompe el guión
Establecido desde tiempos remotos
Y encuentra en el cariño ese filón
Que provoca en su mente terremotos
Y busca en los libros la manera de ser
Amable con la gente y la persona amada
Se da cuenta de que una cosa es querer
Y otra, que es mucho peor, no tener nada
Por lo que luchar a muerte, y por cierto,
Tras irte me he quedado en punto muerto
El alma se me paró ese día, sin remedio
Tratare de que ande, por cualquier medio
Y en el ínterin entre tu huída y mi pesar
Si hay algún tratado para aprender a amar
Te prometo comprarlo, aunque no lo lea,
Y deba de tener con mi corazón una pelea.
Para no escribirte aquellas cartas tiernas
Donde hasta la tinta rezumaba sentimiento
Una vez acabadas, aunque fuesen eternas
Siempre las ponía para secarse al viento
Con la vana esperanza de que te las llevase
Sobre su lomo gris, hecho de mil jirones
Muy difícil de impedir que nos traspase
E incapaz de transmitir las emociones.
Debo confesar haber hablado con el viento,
Aturdido por tu marcha, en vano intento
De abrazar tu recuerdo, que ya se difumina
Y mi alma hacia el ocaso del amor camina.
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