domingo, 15 de septiembre de 2013

PARA QUE NADA SE PIERDA





Para que nada se pierda guardaré en cualquier cajón
entre anticuados vestidos con olor a naftalina
un verso recién compuesto de un poema del montón
y alguna puesta de sol vista desde la colina.

Cerraré muy bien con llave la puerta de la cocina
y apagaré aquella luz que desde el porche ilumina,
el sendero por el cual tantas veces caminábamos
levemente entrelazadas nuestras manos entre álamos.

Y cuando la poesía inunde el cielo de versos
y el idioma del amor sea materia obligada
tal vez deposite un beso sobre tu rostro, tan terso
mientras tú desafiante, me devuelves la mirada

escondiendo el pensamiento tras un rictus de tristeza
expresando, sin decirlo, como estás de disgustada
sabiendo que en este mundo la vida apenas empieza
y que después de vivirla, al otro lado no hay nada.

Para que nada se pierda, puede que cuelgue un cartel
en el sitio más visible de la plaza del mercado
aquel en el que se vende al detalle y a granel
cualquier producto vendible, aunque haya caducado

en el cual, en letras rojas, con esmerada grafía
daré un aviso a cualquiera que se pare a contemplarlo
sin que sienta acto seguido un deseo de quemarlo
y adjuntando por si acaso alguna fotografía,

sobre las artes que emplean las mujeres para amar
muy distintas de las nuestras, y a veces tan dispares
que dejan de ser un arte cuando se puede aplicar
un poquito de tintura en los blancos alamares

de los hombres que sufrieron penas de prisión de amor
y que cumplido el castigo, aún volvieron a por más
sirviendo de burla y chanza para todos los demás
al consumir, sin descanso, remedios para el dolor.-

Para que nada se pierda puedes si quieres volver
a colocar en su sitio el jarrón de tu mamá
en el sitio preferente donde lo querías ver
lugar de donde no haya que moverlo nunca más,

y si por alguna causa tú y yo nos reconciliamos
te prometo, si el hastío nos impele a discutir
un beso por cada frase hiriente que nos dijimos
un brindis por cada idea acerca del porvenir

y un abrazo verdadero por cada cuatro desaires
colmado de besuqueos, que son la sal del cariño
a tu lado, reconozco, me he sentido como un niño
y sin embargo lo nuestro todavía está en el aire.-