Tan suave como el sonido del viento sobre las olas
parecido a la nostalgia del preso sin libertad
viajando sin detenerse de una a otra ciudad
saltándose a la torera del volcán, las fumarolas
eternamente afligido por la sucesión de excesos
abiertamente prudente en las horas y en los días
vuelvo a componer la letra, parte de una melodía
y quizá pueda competir con ese par de sabuesos
si logro mentalizarme y no romper la baraja
hecha de cartas marcadas por el don de la rutina
cuando haya acabado el tajo, pasaré por la cantina
tratando de componer ese puzzle que no encaja
mientras en el horizonte el sol pelea con saña
por seguir siendo el monarca de otra mañana sangrienta
su postrer rayo remonta el firmamento y te daña
y su tenue despertar al noctámbulo calienta.
He notado una punzada de celos en un momento
traspasando corazones como si fuesen de seda
he girado la mirada, y he proferido un lamento
como si en toda toda mi vida no hubiese gritado nada.
Vuelve el frío de la noche porque fuera aún es invierno
y el dios de la soledad no dará ni una alegría
si yo fuese un buen soldado, esta guerra ganaría
no lo soy, por eso mismo suelo rozar el infierno
de una prisión sin barrotes pero con mucha muralla
nadie puede superar sus muros sin una escala
pero puedes intentarlo librando con una pala
contra el granítico suelo, más de una dura batalla
y el destino te dirá si eres apto o estás loco
y los empinados muros harán de dique a tu afán
y los sueños de libertad de los internos, serán
ese alimento esencial que siempre te sabe a poco
pero ni remonta el río el salmón por diversión
ni el agua cae en cascada sin razones aparentes
siempre habrá sobre la tierra algún hecho diferente
nunca nadie entenderá la profundidad del don
de saberse protegido por los hados del destino
sin miedo a la sucesión de batallas y peleas
puede ser incluso raro no cometer desatinos
siempre y cuando en el espejo de la vida no te veas
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